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P. CARLOS DE VILLAPADIERNA 109 de años más tarde codifica la ley del Sinaí y pone por escrito las tradiciones antiguas existentes en el seno de la comuni dad hebrea acerca del origen del mundo, de la primera pa· reja humana. del pecado original, de las bendiciones y pro– mesa de un redentor. Nosotros, ciudadanos del siglo acostumbrados des- de hace muchos siglos a la escritura corriente, en papel ligc ro, y al papel df' ímprPnta, concebimos a duras penas una transmisión de hechos que no se haga por escrito. En la an– tigüedad no sucedía f'Sto. La memoria era considerada como medio más seguro que las tabletas de barro cocido, de plomo o los rollos de pergamino o de papiro. Entre los griegos, los poemas homéricos recitaron y vulgarizaron oralmente antes de ser puestos por escritio. En los archin)s faraónicos de Egipto se han encontrado cartas romo ésta de un funcio– nario que escribe al rey: «Juntamente con esta tableta te en– vío un mensajero que la sabe de memoria.n La tableta Sf' puede extraviar, la memoria es más segura. Entre los judíos, el Talmud, voluminoso y difícil, será resucitado de genera ción en generación; y entre los mahometanos. el Corán se ha transmitido por tradición oral principalmente. ((Bajo la tienda negra, en el país clt' l'viambré, y luego e11 las minúsculas casas blancas del Delta, es de boca en boca. escuchando los cantores custodios de la tradición nacional, cómo los hijos de Abraham conservarán y aprenderán su his– toria.iJ JESÚS TAMPOCO :ESCRIBIÓ Jesús, autor del Nuevo Testamento, no ha fondado su religión sobre documento escrit10 alguno. Jesús manifiesta la

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