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304 ISIDORO DE VILLAP.\DIERNA para descanso y alivio de los religiosos; 29 el convento de Orihuela, cor,:,truido en lugar malsano en 1611, será trasladado en 1619 más cerca de la dudad y tendrá una hermosa huerta de muchísimas pal– mas, tamarindos y cinamomos; 3 '' el convento de Murcia, que no será habitado hasta 1620, poseerá una fecunda huerta regada por las aguas del Segura y que dará los mejores dátiles de la ciudad. 31 También desde Cataluña pasó la Orden a Aragón en 1598. Aunque su primer comisario padre Juan Alarcón de Tordesillas (1600-1606) introdujo la norma catalana de las edificaciones pobres y estrechas, la experiencia de 20 años de la Orden en Cataluña parece haber sido aleccionadora. La geografía áspera y hostil de Aragón brindaba ex– celentes sitios para eremitorios, pero los capuchinos prefirieron acer– carse a las ciudades, tanto más que en la región aragonesa no había descalzos con quienes competir. Se edificaron conventos en Zaragoza, Tarazana, Huesca, Pamplona, Barbastro, Alcañiz y Tudela, a una dis– tancia que va de un kilómetro en Zaragoza a una milla larga en Pamplona; en lugares solitarios, en Calatayud, Caspe y Rentería. 32 El convento de Calatayud (1600) consistía en una serie de cuevas donde los frailes habitaban como auténticos ermitaños con peligro de ser aplastados por los peñascos salitrosos; un milagro o una maldición de S. Lorenzo de Brindis hizo que los peñascos se fueran deshaciendo, obligando a los frailes a trasladarse en 1609 a un sitio mejor y más seguro. El convento de Caspe (1605) se construyó en la ermita de Santa Bárbara. El de Rentería (Guipúzcoa, 1612/17) estaba situado en la bahía de Pasajes, con bosquecillo y mucha arboleda que lo ha– cían sumamente delicioso; era sin duda el más bello en cuanto al paisaje, seguido por el de Pamplona que se reflejaba sobre el río Arga. En Castilla, después del fracaso del Viso del Marqués y de una segunda frustración en 1606, la Orden entró directamente por con– ducto italiano, con los dos primeros comisarios generales PP. Sera– fín de Polizzi e Iluminado de Mcssina. Es curioso que en Madrid el vulgo llamara «ermitaños de Italia» a los primeros capuchinos, 33 sin 29. Philippus de Firenze, o. c., 258. 30. O. c., 246 s. 31. Cf. Emilio M.a de Sollana, Los capuchinos en Afore/a, 1616-1835, en «Est.Franc.» 63 (1962), 23 s.; Philippus de Firenze, o. c., 245. 32. Sobre la fundación de los conventos de Aragón, cf. Ildefonso de Ciáurriz, La Orden capuchina en Aragón, Zaragoza 1945, 21 ss.; Celestino de Añorbe, La antigua provincia capu– china de Navarra y Cantabria (1578-1900), I, Pamplona 1951, 19-76. 33. Cf. Melchor de Pobladura, Los Frailes Menores Capuchinos de Castilla. Bosquejo his– tórico 1606-1945, Madrid 1946, 12.
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