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LA TENDENCIA EREMÍTICA EN LOS PRIMEROS CAPUCHINOS EN ESPAÑA 303 dos deliciosos, serían el de Sarriá y el de Blanes. En S. Eulalia de Sarriá, con frondoso bosque de robles y encinas, se construyeron más tarde algunas ermitas o capillitas tomando el aspecto de los lla– mados «sacros montes» italianos; 26 pero el ministro general padre Clemente de Noto que lo visitó en 1622, afirmó ser este convento uno de los más pobres, estrechos y ruines de toda la Orden. En cuanto a Blanes, aunque de excelente panorámica sobre la Costa Brava, no parece que fuera muy alabado por sus moradores, y sí por los poetas de paso. 27 De Cataluña los capuchinos se extendieron al reino de Valencia en 1596, entrando ya en contacto con los descalzos, que habían erigi– do en 1577 la provincia de S. Juan Bautista a la que perteneció el gran S. Pascual Bailón (t 1592). San Juan de Ribera, gran amigo de los descalzos, apoyó decididamente la fundación de los capuchinos; al revés de Felipe II había distinguido y captado perfectamente la fisonomía propia de la nueva Orden, que no trataba de emular a los descalzos, pero tampoco serles inferior en la austeridad y en la con– templación.28 El primer comisario general, padre Hilarión de Medinaceli, había vestido el hábito en Sicilia, y venía a Valencia después de haber vivi– do la experiencia catalana cuyo criterio o sistema de fundación in– trodujo en la región valenciana. Durante su mandato (1596-1602) se fundaron siete conventos, de los cuales cuatro en ermitas, es decir en despoblado: Masamagrell, a dos leguas de la ciudad pero lugar «muy acomodado para la contemplación por estar en la soledad de un mon– te»; Albaida, Onteniente y Ollería. Los otros tres fueron los de Valen– cia, Alicante y Segorbe. De los demás fundados hasta 1618, cinco están más o menos cerca de poblados: Alcira, Játiva, Castellón de la Plana, Orihuela y Murcia; uno, San Mateo, junto a una ermita. De todos modos, la soledad y retiro de estos 13 conventos estuvo bien asegu– rada, e incluso se aceptó franciscanamente la riente ecología valen– ciana: la huerta del convento de Valencia, edificado junto al jardín de la casa del patriarca S. Juan de Ribera, era, según testimonio del Padre Felipe de Florencia en 1692, la más bella de toda la Orden, con frondosas celdillas formadas de plantas y árboles entrelazados 26. O. c., 276. Cf. «Est. Franc.,,, 23 (1919), 380-382. 27. Cf. J. Maurí Serra, Historia del convent de Blanes (el de «Les coses benignes»), Barcelona 1958. 28. Sobre la fundación y primeros conventos de la provincia de Valencia, véase Emilio M. de Sollana, art. cit., en «Coll.Franc.» 31 (1961), 38-60.

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