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otras por su cuenta. Estando en casa del señor La- • rrea durar;te el período rojo; un religioso le avis&, que se le oía por las noches dar la disciplina, el P. Diego, un poco avergonzado, se contentó con res– ponder: "Lo tendré en cuenta, habrá que dejar la· discipüna y usar más el cilicio." Algunos de sus devotos han querido ver en la. herida que tuvo abierta por espacio de diecisiete· años en el costado derecho un recuerdo de la llaga del costado del Señor. Ciertamente, la herida fue: causada por la operación que se le hizo a fin de ex– traer el líquido de un empiema pulmonar, quedando, la henda fistulizada, pero en cambio lo que no pare– ce tan natural es que de esa herida brotasen con re-– lativa frecuencia grandes hemorragias que coinci– dían en viernes o en algunas fiestas señaladc1s. como la Preciosísima Sangre, 1 de julio, y la Impresión: de las Llagas de nuestro Padre San Frar.cisco,. 17 de septiembre. Como consecuencia de estas dos devocion"s, era, amantísimo de la Santa Misa. "Tenía un concepto, muy elevado de la Santa Misa", dice un ar.c.1a11,) re ligioso. El P. Lojendio, S. J., dirigido del P. Diego· y gran devoto suyo, dice que no dejaba la Misa "sino cuando materialmente no podía más". Y cuando se le pregunt'aba por qué tanto interés en, celebrar cór;testaba: "¡Vale tanto una Misa!" Los últim_os años, incapacitado para bajar a la· iglesia, celebraba en la capilla de la enfei:_mería, y·

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