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En las conferencias a los nov1c1os, tanto· en la explicación del capítulo XI de la Regla, como en el correspondiente de las Constituciones, procuraba no entretenerse demasiado, di.ciendo que la "virtud de la castidad era tan delicada que, el mismo :pablar de ella había de ser con prudencia y medida". Fre– cuerctemente repetía las palabras de San Bernardo citadas por las Constituc'ones "Dos cosas contami 0 nan y pierden a los religiosos, a saber: la familia– ridad con las mujeres y la especialidad de los man– jares". Con todo, si alguno de los novicios acudía a su celda en busca de consejo y de paz al sentirse ator– mer.tado por esta clase de tentaciones, era todo dul– zura y delicadeza y trataba con tanta caridad y bondad que entrar en su celda era lo mismo que ver desaparecer la tentación. Su consejo a los jó– venes era este: "Tentación descubierta, tentación vencida." El, tar., conocedor del alma humana y de las luchas a que está sometida, sobre todo en los años de la juventud, cuando sospechaba que alguno de sus novicios no se atrevía a descubrir su 1Jen– tación, o por miedo, o por r'espeto, le llamaba a la celda y, con palabras paternales, hacía· renacer en su alma la paz. "Su trato con mujeres fuera del cór.fesionario -dice uno de sus penitentes-era parco y un tana to adusto." "C'on las mujeres-añade una de sus dirigidas más asiduas-era de carácter seco y un tanto aus- 85

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