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motivo para reprendernos por nuestra falta de c:1- ridad. Educado en un ·ambiente de extrema pobreza, "E!ra natural que reprobase ciertas costumbres ,¡ne -entonces eran i::uevas y que hoy ya no lo son. Un •ejemplo que solía poner era el del uso del reloj. En a.quellos tiempos el P. Guardián tenía unos -~uantos para el servicio de los religiosos que tenían ,que salir fuera del convento, bien a predicar, bier. a 1a limosn.a. Dichos religiosos, apenas volvían, e,1- tregaban el reloj de nuevo al P. Guardián; Ern, -pues, uno de tantos objetos que se usaban en co– múr.·. Hoy todos los religiosos sacerdotes, y muchos de los hermanos, tienen su reloj particular con 1 -,l debido permiso del Superior. El P. Diego recorda– ba los tiempos en que él había entrado ei: la -Orden y, después de ponderar a alabar aquel e.,;– píritu de pobreza, añadía con cierto gracejo: "Hoy, ,en cambio, nuestros jóvenes sacerdotes si no llevar~ -su reloj el día de la primera Misa no aciertan a ,entonar el Gloria ir!!, excelsis Deo." Lo mismo podemos decir del uso ele los pañue– los de bolsillo, del solideo, ele los nudos del cordó. 1 1 y de las sandalias. Todo lo que indicase curiosidad •O superfluidad trataba de ridiculizarlo, el fin ele apartar a sus queridos r.ovicios de todas las aficio– nes mundanas. Quería que s.us novki01s fuernn siempre amantes fieles ele la santa pobreza y para ,eIIo se extendía en estos detalles que, a espíritus ·1nenos delicados que el suyo noclrían parecer ni-

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