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portante virtud. El clima húmedo de Bilbao es muy prop1c10 para el desarrollo de la oruga. Las coles de la huerta eran atacadas fuertemente por esta clase de larvas y era necesario exterminarlas. El P. Diego daba la orden y los novicios bajaban a cumplir el desagra– dable cometido. Los primeros momentos para algunos eran fran– camente repugnantes. Pero entonces era cuando el Padre Diego, cogiendo algunas entre sus manos, las echaba al suelo y las restregaba con los pies. Al ver esto, todos, aun los más escrupulosos, se animaban y cumplían la obediencia. Lo mismo hacía cuando había que trabajar en la huerta o en la iglesia: siempre él iba delante en el trabajo y era el primero en obedecer a lo que él mi.smo mandaba. Su espíritu de obediencia fue admirable y siempre se consideró como el último de todos. A pesar de su cargo de Maestro de Novicios, uno de los de mayor responsabilidad, su sumisión a las órdenes de los superiores era absoluta - y filial. Recordemos cómo obedeció cuando, en contra de su voluntad, fue nom– brado Guardián del convento de Bilbao. Cuando los superiores insinuaban una cosa, por ardua que fuera, cbedecía con .la sencillez, de un niño. Pero para nosotros hay un ejemplo en la vida del Padre Diego que es la mayor prueba de su acen– drada obediencia: nos referimos a su estancia en el convento de Bilbao por espacio de Lll años, con 68

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