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humildad. Por humildad tomó rara vez la culpa a: los sacerdotes y por humildad se consideró siempre– como el siervo de todos, desviviéndose por aten– derlos en todo y siendo para todos una verdader." madre. "No. he tenido un Guardián como él", decía: uno de sus súbditos. Ya hemos visto cómo Dios le adornó con un don especial para dirigir las almas. Por su confesiona– rio pasaron penitentes de la más alta sociedad bil– baína. Otro, no tan humilde, hubiera utilizado esta ventajosa posición, él en cambio jamás lo hizo, y fuera del confesionario apenas trató con sus peni– tentes. Y no es que fuera insociable, antes al con– trario, era muy atento con todos; pero su gran humildad le obligó a ocultarse antes que a exhibir– se. El excelentísimo señor Duque de la Victoria,. uno de los penitentes más asiduos del P. Diego, ha. dicho: "Dos cosas noté en él que me impresiona– ron siempre: su conformidad con la voluntad de· Dios y su gran humildad." "Su humildad impresiónaba-añade la señorita:. Julita Jiménez, dirigida del P. Diego por espacio· de veintidós años-. Sólo con verle llevaba a Dios. Desde el primer momento que traté al P.. Diego puedo decir que ha sido el director espiritual que más me ha gustado por su sencillez, por su humil– dad y por su santidad. Su conversación era senci– lla, cándida, humilde, como la de un niño." "Era humildísimo. Todo el mun:do le quería. Pa– recía que no estaba en casa.'; Así se expresa el

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