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VI Decir que el P. Diego era humilde, es lo mismo ,que afirmar una de las características de su fuerte personalidad. El P. Diego era humilde "de naci– miento". Ya vimos al principio de este libro cómo nació en un hogar humilde, en un molino, como Santa Bernardita Soubirous. En las sencillas conficlencias que tenía en sus últimos años con el hermano en– formero, recordaba frecuentemente el humilde or:.- · gen de su nlacimiento. Dios no le había adornado de grandes cualidades físicas, ni aun intelectuales; quizá para que de esta manera apareciera a los ojos ele todos la hu– mildad del P. Diego más auténticamente sincera. Todos los años solía contar a sus novicios para l:1mnillarse y para enseñarles a no fiarse demasia– do de las alabanzas del mundo, la siguiente anéc– dota ele su vida. Hacia el año 190(3 recorrió algunos pueblos en compañía del gran misionero P. Pedro de Villa– rrín, uno de los más famosos de aquel ento11ces en toda España. El P. Diego no tenía cualidades para predicar; seguramente que su trabajo se redujo a pronunciar alguna sencilla instrucción catequísCca y· a oír confesiones. Pues bien; en la reseña que 57

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