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trar en ello la menor impaciencia; antes al contr'.3.– rio, todos cuantos se acercaron a él se retiraron consolados. Y cuando le fué imposible atender per– sonalmente a tan sagrado deber, no por eso se ol– vidaba de él, sino que con frecuencia preguntaba al hermano enfermero: "¿Cómo está atendido el confe– sionario?" Su gran caridad seguía aún preocupán– dose de las almas y es seguro que sus oraciones y sacrificios fueron en los últimos años de su vida ofrecidos especialmente por la salvación d•~ los pe– cadores. Sobre la mesilla de noche tenía una campani.lla para avisar al hermano enfermero cuando se le ofrecía alguna cosa. "Pues bien-escribe el actual Superior del convento de Bilbao-, nunca quiso to– carla por la noche por no faltar a la caridad y esperaba a hacerlo o bien cuando los religiosos se levantaban a medianoche a rezar Maitines o por 18. mañana. En cambio, lleno de caridad y delica– deza, se preocupaba de los otros, interesándose por ellos cuando le iban a visitar, y •más si sabía que estaban enfermos o tenían alguna preocupación, o excesivo trabajo. En todo estaba, con una lucidez pasmosa, interesándose por las cosas de la Comu– nidad." El mismo hecho de su muerte podemos decir que fue acelerado por un exceso de caridad. Por no molestar al hermano que estaba a su servicio, se levantó para una necesidad personal. Un desvane– cimiento, según él dijo, o un sencillo tropiezo, Je 55

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