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Je llamase se levantaba rápidamente y me atenidía con extraordinaria caridad." En sus últimos años, cargado de achaques y en condiciones de ser visitado más que de visitar, acudía todos los días a la celda de otros religio– .sos ancianos y enfermos y con ellos estaba todo ,el tiempo que le permitían sus agotadas fuerzas. Pel'O su caridad eta, sobre todo excepcion,al con los religiosos o novicios que estaban a punto de perder la vocación. Entonces el P. Diego echaba mano de toda su ternura paternal para evitar el terrible desenlace. Recién terminada la guerra de liberación llegó a Bilbao uno de los jóvenes que habían hecho par– te del noviciado pero que tenían que volver a ·empezarlo según la ley eclesiástica. El P. Diego era entonces Guardián. del convento. El joven, al encontrarse solo en el noviciado, ex– perimentó un choque psicológico difícil de descri– bir. El desánimo y la tristeza no tardaron en apo– derarse de él y decidió volverse al mundo def.– nitivamente. Así se lo e:x:puso al eh;tonces Maestro de novicios, R. P. Saturnino de Villaverde, el cual le envió al P. Diego con esta sencilla indicación: "Suba a ver qué le dice el P. Diego." El joven subió temblando de miedo. Llamó sua– vemente a la püerta y dentro se oyó la voz e.el P. Diego, que contestó: "Ave María purísima." El joven abrió tímidamente la puerta. El P. Die– go le invitó a pasar. Esto le extrañó, pues en nues- 47
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