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en peligro la vocación. Y dato curioso, a loo que él más quería, era a los que probaba con mayor dureza. Tal vez su criterio de formación\ pueda discutir– se, sobre todo en estos tiempos de mayor libertad, pero lo que nadie podrá negar es e•l gran cariño que tenía a sus novicios. Este se manifestaba es– pecialmente cuando se iba a su celda a proponerle alguna duda o algúDl problema de conciencia. En– tonces el P. Diego cambiaba por completo. Tenía una dulzura especial en su trato y sus palabras, más que las de un superior, eran las de un verda– dero padre, más aún, las del más cariñoso de loo compañeros. · Pero cuando su caridad tenfa caracteres de he~ rofsmo era cuando alguno de los novicios caía en'– fermo. El mismo apli.caba las inyecciones, si era necesario; sus visitas se prodigaban y estaba pen– diente de que nada le faltase. Las palabras de la Regla seráfica: "Y si alguno de los ·frailes cayere en enfermedad, los otros frailes deben servirlo co– mo querrían ser servidos ellos mismos", eran para él un mandato. · En cierta ocasión un novicio enfermó de grave– dad. No sabiendo el P. Diego qué hacer para aten– derle como se lo pedía su caritativo corazón, por necesitar una medicina muy cara y estar la Comu– nlidad en circunstancias económicas muy difíciles, se acordó de cierta dirigida suya, gran bienhecho– ra del convento. Aquel mismo día vino dicha se- 4r,
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