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Hasta su misma presencia exterior, sobre ·todo en los últimos años, era un motivo más para hacer nacer la paz y la tranquilidad espiritual en quienes se acercaban a él. Apoyado en un pobre bastón, bajaba con gran dificultad al confesonario y allí permanecía durante varias horas atendiendo con extraordinaria paciencia y ,caridad a cuantos acu– dían a él. ¡Cuántas veces quedó medio extenuado y hasta mareado, víctima del cumplimiento de un deber en el que tanto bien se puede hacer a l'ls almas! ¿ Qué decía este hombre de Dios a sus penitentes para influir de tal manera en ellos? ¿Qué elocúencia sobrehumana era la suya que así conmovía a las almas? Una de las que más experimentaron la influencia sobrenatural del P. Diego nos dice: -"Hablaba con extraño fervor .. Solía repetir con frecuencia: "Hágase santa, hágase santa". Y sus palabras tenían tal fuerza, que en aquel momento me parecía podría llegar sin dificultad a los al– tares" (Srta. Julita). Una de las cosas que más recomendab'.t a a,.,, penientes eia la confianza en Dios. Solía dcc!.r: '·1-:;;n tiempo de duda, Dios nos dará la fortaleza necesa– ria." El mismo era el primero en enseñar con el ejemplo. Expulsado del convento en unión de los demás religiosos en los días aciagos de la revolu– ción de año 1936, dió pruebas como ninguno de se– renidad y confianza en el Señor. 3¡;
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