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-"Su claridad en ver el estado del alma era asombrosa. Tenía una mirada penetrante y daba la impresión de que Dios le había concedido el don de penetrar en lo más secreto del corazón." ~"Lo que él decía-añade una religiosa-era de un valor decisivo." Estos testimonios, recogidos de labios de quienes durante largos años pudieron gozar de la dirección espiritual y sabios consejos del P. Diego, no son meras frases de cariño hacia el Padre que, con pa– ternal solicitud, les escuchó y atendió en sus in– quietudes espirituales, sino que son la expresión del más profundo convencimiento de que el P. Diego, sin él saberlo, poseía el don sobrenatural de leer en lo más profundo de las almas. Tan impresionante atracción hacia él no era motivada ni por la dul– zura de trato, ni por simpatía humana; al contrario, era más bien austero, sobre todo con las dirigidas, una de las cuales asegura que "orientaba a las almas con rigor". No era, pues, uno ele esos confo– sores de manga ancha y trato dulzarrón, sino ele una rectitud inflexible, unida a una inmensa ca– ridad. -"Su gran mérito-asegura el Sr. Elorza-con– sistía en dar confianza al alma en las mayores difi– cultades." Solía decir: "En tiempo ele duda, Dios nos dará la fortaleza." Esta sola frase del P. Diego es todo un capí– tulo de claridad y precisión en la difícil dirección

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