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naturalmente, de quién se trataba, a fin de animar– nos a ser mejores. Me parece que las impresiones concretas más profundas que conservo de mi novi– ciado son las recibidas en aquellas pláticas domini– cales. No sé qué de cielo veía yo en ellas que tan profundamente me emocionaban y enfervorizaban." Uno de sus dirigidos más asiduos el Director de Sucursales del Banco de Bilbao, Sr. Mieza, se ex– presa de esta manera: "Cada día admiro más al bendito P. Diego, y con frecuencia me pregunto a mí mismo: ¿ Cómo se pue– de explicar que un hombre tan senciilo y de len– guaje tan elemental, pudiera tener tan enorme "atractivo sobre las almas?" El mero hecho de que por su confesonario pasa– ran personas d·e todas las categorías sociales ya es muy significativo. Y más si observamos que este acudir a su c'onfesonario no era de una manera ac– -cidental o pasajera, sino buscándole, y una vez ele– gido, siguieron con él por espacio de diez, veinte, treinta y más años. ¿Qué explicación puede tener este hecho, completamente insólito, sino que el Pa– dre Diego estaba dotado de un don especial para tratar y dirigir a las almas, y que una vez más quiso Dios que se cumpliesen en su fiel siervo las palabras de San Pablo: "Eligió Dios la nece– dad del mundo para confundir a los sabios y la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes; y lo plebeyo, el deshecho del mundo, y lo que no es nada, lo el.igió Dios para destruir lo que 30

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