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lefacción, dijo a una de las hermanas con cierto gracejo: -Hermana, ¡qué mal está esto para ir al cielo!, queriendo indicar así su gran amor a la mortifica– ción. .Este espíritu lo practicó también con el silencio que rodeó toda su vida de sufrimiento. Anfes que molestar a los demás, incluso en momentos que _era necesario para su salud, prefirió callar. -"Por no molestar-dice un religioso-no llama– ba durante la noche, ni durante el día, sobre todo si sabía que el hermano enfermero estaba ocupa– do en alguna cosa o asistiendo a algún acto de Comunidad". Más de una vez, por no molestar, soportó dunin– te toda la noche la túnica empapada en sangre, y muchas veces también por no molestar permaneció sufriendo enormes dolores hasta que los religiosos· se levantaron a rezar Maitines a media noche o a Ia oración de la mañana; y finalmente, por no mo-• lestar, sufrió la grave caída que le aceleró la muer– te. ¡ Siempre el espíritu de sacrificio en sus actosr ¡Parecía la estatua del dolor! En una de las últimas fotografías que de él se conservan se le ve sentado al borde de la cama, re– clinado débilmente sobre dos almohadas, la -...-ista clavada eÍ1 el infinito y con el rosario y un pa5.ue– lo entre las manos. ¡Es la expresión de su prolon– gado martirio durante diecisiete años! 2T

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