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III ... Después de lo dicho justo es afirmar que el P. Diego fue un modelo de mortificación durante to– da su vida. Pero cuando dio más pruebas de este su espíritu, fue precisamente en los últimos años cuando, obli-· gado por los achaques y· las muchas enfermedades con que Dios le probó, tuvo que hacer .de su vida una continua mortificación. Desde el día 10 de di– ciembre de 1941 en que fue operado de un empie– ma pleural, hasta el 29 de septiembre de 1958, en que falleció santamente, podemos decir que su vi– da no .sófo fue una continua mortificación, sino más aún un terrible y prolongado martirio. Todos cuantos le trataron durante este tiempo, ya religiosos, ya seglares, estan conformes en afir– mar que lo que más les impresionó de la vida de! P. Diego fue su gran espíritu de mortificación y su _heroica paciencia en medio de tantos y tan conti– nuados dolores. .Estando en la Clínica de San Antonio, una de 1as religiosas que le asistían le preguntó: ~¿Sufre mucho, Padre? A lo que él contestó con toda sencillez:. -"No; Dios ya sabe lo que hace". Efectiv-amente, Dios sabía bien lo que hacía pu-

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