BCCCAP00000000000000000000425

visitar a la celda, a cualquier hora que fuese, siem– pre se le encontraba con la mirada perdida en el infinito y un pequeño Rosario entre los dedos. Decimos que .esta devoción la aprendió siendo muy niño en casa de sus padres. De su madre-nos dice el Excmo. Sr. Jáñez Núñez----,, "que era devotí– sima del santo Rosario". "Recuerdo verla en casa, ya viejecita, con un solo ojo-había perdido el otro al caerse rodando por la escalera de la casa-y des– pués, ciega por completo, sentada en una silla, en– tretenida en hacer media. Cuando se la perdía al– gún punto, se quedaba quietecita dándole vueltas al Rosario-rosarios y más rosarios-hasta que pa– saban por allí alguna de mis tías que 1 le cogían el punto. Seguía en su monótona labor hasta que se le perdía el punto de nuevo y de nuevo ella acudía a su devoción favorita del rezo del santa, Rosario." Este cuadro, digno de ser copiado por los pinc-2- 1es de Fra Angélico, naturalmente nos trae a la me– moria aquel otro que; pasados algunos años, se re– pitió al pie de la letra en la humilde celda caplu– china, en la que el P. Diego rezaba su Rosario, recordando, sin duda, más de una vez la lección aprendida a los pies de su santa madre. De ella heredó, no sólo la dulzura y bondad de carácter, sino también la virtud de la piedad y el natural retraimiento clel mundo. "Mi abuela-sigue diciendo el Excmo. Sr. Jáñez Núñez-era callada y trabajadora. Siempre grave. Daba la impresión ele que se pasaba la vida re– zando". 8

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz