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cuencia así _lo manifestaba a los religiosos con quie– nes tenía más confianza. "Vamos a ser santos, "bendito", vam.os a ser sar:tos." Su aspecto_ exterior, sobre todo en los últimos años, era el de un santo. Bastaba entrar en su cel– da para convencerse de ello. Ni. una palabra de desagrado, siempre una sonrisa y una palabra de agradecimiento en los labios. En las pocas foto– grafías que se conservan de él se echa de ver ese aspecto de santid11d exterior que todos creemos tienen los santos. Pero la prueba más evidente de su santidad son sus obras. A través de estas páginas hemos podido entrever algo de su espí– ritu. Es posible que alguien, cor~ más medios ele información que los que nosotros hemos podido reunir, escriba una vida más extensa, pero lo que sí podernos adelantar es que con estos que aquí hemos reunido se adivina ya el alma de un gran sar.to. Los religiosos que convivieron con él du– rante muchos .años así lo afirman, y así lo asegu- " ran también las personas de toda clase que se con– fesaron y dirigieron con él por espacio ele veinte y más años. No queremos terminar sin recoger al– gunas de las frases de estas almas agradecidas que añoran a su santo Padre Diego y que no pue– den olvidar sus consejos. "El P. Diego y el P. X. son los ·dos pararrayos de la Divina Justicia en· Bilbao." "El P. Diego era un santo", exclama el señor 113

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