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respetada de todo el pueblo. Todavía le recuerdo a él y a su hermano Casimiro, otro venerable, cuan– do iban a la iglesia con sus capas pardas y asistienc do puntualmente a los actos de culto y a las proce– siones. ¡Qué impresión me hacían a mí aquellos hombres de recias creencias y de vida ejemplar! ... " . Los primeros años de matrimoriio fueron para el señor ·Núñez de lucha ingente y agotadora. Sin; otros ingresos que los del molino arrendado a don Manuel de Vega, ni que decir tiene que tuvo que trabajar sin descanso para poder sacar adelante a la familia, que se aumentó con rapidez.. Trabajador infatigable, apenas era de día ya estaba él prepa– rando lo necesario en el molino y la mayor parte ·de los días dejaba su faena cuando se había pues– to el sol. Pero P pesar del trabajo agotador, siempre hubo tiempo en aquella casa para rezar todos los días el rosario en familia. Después de cenar, todos reu:::li– dos, padres e hijos, santificaban los últimos mo– mentos de la jornada con tan piadosa devoción. Esta costumbre qued6 grabada indeleblemente en el alma del futuro P. Diego y la siguió practicando, con extraordinario fervor, durante todos los años de· su vida.· Siendo religioso, una de, las maneras más típicas de representárnosle1 es precisamente con el Rosario en la mano. Cuando andaba por los claustros, la huerta o cualquier otro lugar, su pos– tura predilecta era la de llevar los ojos clavados en el suelo y en la mano izquierda las cuentas del Rosario. En los últimos años, cuando se le iba- a 7

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