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300 ISIDORO AGUDO DE VILLAPADIERNA Aunque parezca extraño, las referencias a S. Francisco están prácticamente ausentes en la literatura espiritual española de los siglos XIII-XV. El gallego Alvaro Pelagio o País (t 1349-50), defensor de la pobreza franciscana teórica y práctica, compuso entre 1330-1332 en Aviñón, fuera del ámbito español, su De planctu Ecclesiae, en el que, más bien tangencialmente, menciona a S. Francisco como el angel del sexto sello que luchará con sus frailes contra el Anticristo 49 • El prolífico escritor espiritual Francisco Eiximenis (t 1409), como su hermano de hábito Juan Eximeno (i' 1420) ignoran a S. Francisco, al menos en sus obras conocidas. El mismo silencio se observa en la producción doctrinal y literaria de los maestros y lectores fran– ciscanos, no obstante su multiplicidad numérica 50 • Una excepción es el aragonés Pedro Tomás (t ca. 1350), autor de un tratado o cuestión teórica sobre las llagas de S. Francisco 51 • La difusión de la Orden franciscana por toda la península ibérica, y su prestigio y aceptación ante los componentes de la sociedad española, llevaban consigo un culto y devoción siempre crecientes al Santo Fundador. Así, por citar solo algunos ejemplos, ya en 1292 Jaime II de Aragón escribía tener por especial patrono de sus negocios, después de la Virgen santísima Madre de Cristo, a S. Francisco « Christi signiferum » 52 • Y Juan II de Castilla, con decreto fechado en Madrid el 24 de febrero de 1420, declaraba el 4 de octubre fiesta de precepto, « por la excelsa prerrogativa de merecimientos a que Dios sublimó a su siervo Francisco», y también por haber nacido un 4 de octubre su padre Enrique III, gran devoto del Santo 53 • Muy frecuente era el caso de las personas reales y de la nobleza que pedían ser enterradas con el hábito franciscano 54 • 49 Cf. A. Domingues de Sousa Costa, Estudos sobre Alvaro País, Lisboa 1966. 50 Cf. I. Vázquez Janeiro, Repertorio de franciscanos españoles graduados en teología durante la Edad Media, en Repertorio de historia de las ciencias eclesiásticas en España III, Salamanca 1971, 235-250; VII, ibid. 1979, 411-449. 51 Cf. G. E. Mohan, Petrus Thomac on the Stigmata of St. Francis, en Franc. Stud. 8 (1948) 285-294. 52 Cf. Ambrosio de Saldes, La Orden franciscana y la Casa Real de Aragón, en Estud. Franc. 4 (1910) número extraordinario, 161. 53 Cf. D. Cornejo, Chronica seraphica del glorioso Patriarca S. Francisco de Assis. Quarta parte, Madrid 1968, 315s. 54 Sobre el afecto y consideración de las Casas Reales españolas hacia la Orden franciscana, véanse, además del artículo señalado más arriba en la nota 52: A. López, Confesores de la Familia Real de Castilla, en Arch. Ib.-Amer. 31 (1929) 5-75; idem, Confesores de la Familia Real de Aragón, ibid. 145-240, 289-337; ídem, Confesores de la Familia Real de Mallorca y Navarra, ibid. 32 (1929) 213-225; M. de Castro,

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