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risa: "Yo soy / no más que un simpile muñeco/ hueco...". Pero, en otras ocasiones, resulta ser la mano cálida del amigo, que "solo alguna vez el hombre / puede ser agrernr". Las conquistas humanas se mueven fuera del número y del negocio material, más en conso– nancia con la ilusión y la maravilla: "Yo me perdí una mañana / por mis huellas, en silencio / a la orillita del agua / iY todavía no he vuelto.. ! / Yo me apropié la mañana". No se trata, aunque sea muy hermoso, del pals de Alicia ni de sus mágicas transformacio– nes. El universo de Fermín de Míeza es el que realmente existe, oculto por los oropeles falaces que engañan los sentidos. Por ello, amigo, sí en tu esplrítt,· hay lugar para las rosas, la ermita del pueblo, el encinar milenario, los chopos de la vega junto al r/o, yo te invito a adentrarte en el hogar y para/so del poeta. Si en tu espíritu, las rosas, la ermita, los chopos, la vega, el encinar o el r/o configuran otra tierra y es otra la geografía en que quieres andar caminos inéditos, yo te brindo a vivir la experiencia del poeta. A ver con sus ojos, a amar con su corazón. A colocarte en el centro de lo que es, pero que no parece; de lo que enajena, pero que hace a uno más cuerdo. Por ello, amigo, sí sólo eres capaz de contabilidad, de egolsmo; sí eres ciego para ver "lo otro" que es puro don gratuito, no pases esta página. Párate. Y continúa con tu periferia entretenida. La belleza y el misterio más hondo de .'as cosas, su palabra inefable reservan gozos-y deleites sólo para los poetas. Fr. VICENTE MUÑIZ Catedrát;co de Fílosof/a del Lenguaje. Univers,"dad Pontificia de Salamanca.
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