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las domestica. Por ello, el número v la medida son sus instrumentos más peculiares. Merced a ellos, resulta que el agua no es agua, sino H20; el viento no es una simple corriente de aire, sino una fuerza de utilidad múltiple; la materia no es algo duro, opaco, consisten– te, sino energ/a con potencialidad casi infinita. Nada es, en la cien– cia, lo que parece. La verdadera realidad es la que, mediante fórmu– las matemáticas, domeñamos v sometemos a nuestros intereses. De este modo, la palabra del cient/fico es palabra que mata en la medida en que subyuga y esclaviza al auténtico ser. El lenguaje del poeta, por el contrario, deja en libertad el misterio que las apariencias sensibles esconden. Es palabra que goza de prestigio, porque da vida. Como un pequeño Dios, la inspi– ración poética conjura la realidad, "re-creándola". Es decir, dándo– le vida nueva. Los ojos del poeta intuyen profundidades invisibles, vedadas a los ojos vulgares v miopes de los demás hombres. Y re– suena en su alma la voz de lo inefable, callada durante siglos, existente en toda creatura. El poeta, entonces, en su menester hermenéutico no puede por menos dejar que en él vivan su nueva vida las cosas. En su corazón hacen nido los pensamientos y en su mente los sentires. Al traducir e interpretar en su discurso la pala– bra de las cosas, libera la inagotable riqueza de éstas, sacándolas fuera de s{ mismas, de su corteza encubridora y falsaria. As,: de la mano del poeta, los otros hombres ven en cuanto les rodea la verificación apoca//ptica de los cielos nuevos y de la tierra nueva. El mundo ya no es el mundo anecdótico y aparente sino otro mundo en plenitud de vida y sin horizontes temporales. La pura contemplación, el deleite y el gozo comienzan a ser las pautas de la nueva existencia que el carisma poético descubre. Por eso, las grandes ideas directrices de la historia han sido, en sus inicios, poes{a. " ...Y las Cosas hablaron" al franciscano y al poeta, que es Ferm{n de Mieza. El las ha escuchado. En posesión de la clave descifradora de su misterio, nos ha interpretado magistralmente su mensaje. En la gaviota con sus veloces giros y sus acrobacias marineras adivina esperanzas: "de nuestro futuro / pregúntale a Dios", "lo que sabes dinos/ del aire y de Dios". El alma inescru– table del hombre se le revela, a veces, en forma de Arlequ{n, paya– so y polichinela en la feria del universo que no merece más que

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