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94 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA titulada El Filósofo autodidacto 12 . Los historiadores profesionales hacen serios reparos a esta hipótesis. Tal vez ambos, Ibn Tufail y Gracíán, se han inspirado en un cuento árabe. En todo caso se han advertido divergencias muy notables entre uno y otro, al relacionar razón-religión, razón-moral 13 • Sin embargo, la nota más distintiva que separa a ambos filósofos es el candor inocente que transpiran las fuentes árabes, utilizadas por Ibn Tufail con el mismo signo, frente al deprimente e ineludible pesimismo que agarrota el alma de Gracián 14 . Otra corriente muy significativa dentro del barroco español es el simbo– lismo de Pedro Calderón de la Barca. Del simbolicismo hispano puede ser considerado como su plenitud plenamente consciente. Las exuberancias del culteranismo se unen en él a los retorcimientos del conceptualismo para posibilitar la ascensión a un admirable simbolismo. Dos momentos se deben distinguir en este simbolismo: el momento en que el hombre concreto adquiere tal carácter tipológico que le transforma en símbolo de su pueblo; y el momento en que el símbolo encarna directamente la idea. El símbolo del primer momento, Calderón lo dramatiza en El Alcalde de Zalamea. Su protagonista, Pedro Crespo, hace su aparición en la escena como un hombre de nuestra vida diaria, aunque con rasgos únicos e intrans– feribles. A lo largo del drama su carácter va adquiriendo intensidad, nobleza y plenitud. En el momento culmen del drama, como padre suplica, con las rodillas en el suelo, por su hija. Desoído, como juez condena el desacato, sentenciando al reo. Siempre movido su espíritu por la nobilísima idea de que el honor es el mejor patrimonio del alma. Y ésta sólo es de Dios. Al final del drama, Pedro Crespo, de alcalde de una villa de Extremadura, se trans– forma en el símbolo de la mayor grandeza de su pueblo: la grandeza del alma. Muy otro es el simbolismo del segundo momento: el que encarna Segis– mundo en La vida es sueño. No es éste un personaje real sino una idea viviente. Es el problema del destino humano, que ha tomado carne en un hombre que parece actuar como tal, pero que se mueve según el desarrollo lógico que exige la contestación a tal problema. La respuesta oscila entre el hado necesitante -filosofía estoica- a que se somete el rey Basilio, padre de Segismundo, y la libertad de éste -filosofía cristiana- que busca libre– mente su destino 15 . Una reflexión ulterior obliga a afirmar que Calderón llega a la plenitud de su simbolismo en los Autos Sacramentales. Es de notar que el Renacimiento 12 E. García Gómez, 'Un cuento árabe. fuente común de Abentofail y de Gracián' en Revista de Archivos. Bibliotecas y Museos 47 (1926) 15. 13 Desarrolla este aspecto J. A Maravall, 'Las bases antropológicas del pensamiento de Gracián', en 'Baltasar de Gracián en su tercer centenario 1658-1958; en Revista de la Univer– sidad de Madrid 7 (1958) 379-401 14 Véase E. Moreno Báez. Filosof(a del «Criticón», Santiago de Compostela 1959. 15 Ya las historias generales de la literatura resaltan estos aspectos: A Valbuena Prat, Historia de la literatura española, 6.ª ed.. Madrid 1960. ll, pp. 525-570; J. L. Alborg. Historia de la literatura española. Epoca barroca. 2.• ed., Madrid 1974, pp. 668-670.

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