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102 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA senequista se hacía sentir en toda la gama de nuestra cultura: desde la mís– tica hasta las novelas que relatan la vida de los pícaros. Ahora bien, si Tácito, una generación posterior a Séneca, transpira la exigencia moral de éste, no es de maravillar que acaezca esto mismo en nuestro barroco en el que la moral de Séneca casa perfectamente con la dura y cortante moral del histo– riador. Y ambos muy lejos de toda concesión al maquiavelismo. Por el contrario, ia moral cristiana que asumió tan fácilmente y sin hacer problema la moral estoica en los primeros siglos del Cristianismo, volvió a repetir su gesto en nuestro barroco del siglo XVII. Respetando otras autoriza– das interpretaciones, la que terminamos de proponer nos parece la más en línea con la marcha de las ideas. · Ortega y Gasset vio la historia como sistema. Y como sistema debe ser interpretada. ¿y qué más opuesto al sistema político maquiavélico que la marmórea frase de Tácito, reiteradamente repetida por Ortega: «Corrum– pere et corrumpi saeculum vocatur?» 4.ª SOLUCIÓN CIENTÍFICA A LA ALTURA DEL TIEMPO, PERO SIN SUFICIENTE ECO, NI INFLUJO Dentro de la rigidez de la escolástica de este período se ha de advertir que todas las escuelas, excepto la lulista y suareciana, se movieron dentro de los esquemas mentales de la Edad Media. Los lulistas, sin embargo, ya se abrieron al gran problema europeo de la ciencia universal, problema honda– mente sentido por su maestro R. Llull. Pero fue la escuela suareciana la que más cultivó la abertura al pensamiento moderno. Rodrigo de Arriaga pro– puso cuestiones similares a las que discutía en su tiempo la escuela carte– siana en Francia. En Portugal el jesuita F. Soares es el primero que da a conocer a Descartes en la península. La figura más destacada es, sin duda, Sebastián Izquierdo. Este y Juan Caramuel fueron los dos españoles que a mediados del siglo XVII sintieron con más hondura el nuevo espíritu cientí– fico de la época. Ambos merecen un breve comentario dentro de esta apre– tada síntesis. Punto de partida en la interpretación de S. Izquierdo es el espíritu de sis– tema que se halla vigente en el racionalismo barroco. Este espíritu palpita en la mente de este pensador. Hasta se puede hablar de una secularización del espíritu de sistema en Izquierdo, al ir directamente a conocer la naturaleza sin desentenderse, con todo, de la Transcendencia. El punto de partida de su concepción es la vuelta a la contemplación de la armonía cósmica que liga todas las cosas entre sí. En línea con una antigua tradición que inicia el pitagorismo y que cultiva durante siglos el platonismo, Izquierdo enuncia este principio de la simpatía de las formas, raíz de la admi– rable analogía existente entre ellas: «Quidlibet esse in quolibet et cuneta in omnibus reperiri» 27 . Esta conexión metafísica de los seres exige, según 27 Sebastián Izquierdo. Pharus scientiarum.,., op. cit., U. p. 360.
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