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con ellos. Pueden ser precisados, fijados, fijados en fórmulas y en leyes. Buen testimonio de esto lo constituven las luchas v los desgarramientos en el movimiento fr::111cisc~no. No han si.do a causa de la fe, del amor, de la oración sino de ]a pobreza y de la observancia. Hoy los que escriben sobre Francisco resaltan sobre todo su radicalismo de fe, su profunda experiencia de Dios. Francisco es el «peregrino de1 Absoluto)} (Cangar), el «heraldo del Gran Rey», como se vio él a sí mismo desde el comienzo. Los Ministros Generales de la Familia Franciscana, en la car– ta que abrió el VIII Centenario, lo subrav::rn en primer plano: «Para Francisco el ob.ietivo supremo del itinerario hacia la nlc– nitnd humana es el Dios trinitario revelado en el Verbo hecho carne (Cta. 62-65), el Dios bíblico de la tradición familiar, de la predicación v de 1a liturgia de su tiempo. Su genio naturalmente vivaz y creativo, lo llevó, por vía de contemplación. a i111itar v a leer en clave personal la imagen eclesial de Dios» (Seleccio– nes de Francisc::misrno 10 (1981) 163-194). Por encima de todo folklore, dl· toda poesía, de actitudes -;u.. ciales o políticas, por encima de la devoción, la palabra decisi-va que Francisco nos dirige hoy e', la nregnnta sobre b fo v sobre la C'Xpericncia de Dios. Este es el coraz(m de su rnensaje. Y son muchos los creyentes, serrlares, relic:iosoc:;, sacerdoies, que hw se preguntan por los fundamentos mismos de su fe. Es evidente que en gran parte la atracción que ejcrrc Fr::rn– cisco se debe a su estilo. Hay ::ilgo en él de tímido v de lu11 1 i110- so que se impone como una presencin. Es un hombre ingenuo, sencillo v fraterno en medio de fas criaturas. El no tiene pr,_ •1.en– sión aJgÚna, sirve, alegra, exhortn, libera. sin afán de capt:u·. Pero «lo hace primernrnentc porque e'.:] se presentr1 como lcs– tig:o de una experiencia, y esta experiencia, más allá del radi– calismo evangélico exterior qul' impresiona en primer lugar, es la experiencia de Dios. Este hombre ha sido "agarrado" por Dios, está -cuando se lee tal página de sus escritos- como ohsesio– nado. La pa1alira irrumpe bajo la presión de 1a experiencia que la lrnhita. Y el pnnto desde dordc brota cst::i ex1Jcricncia v hacia donde conduce es el Dios de la reYelación cristianzi, en el miste– rio de su rmmifestación en Cristo. Quien habla así ha, rnn toda verdad. "oído, visto, contemplado con sus ojos, tocarlo con s11s manos" (1 Jn 1, 1) a aquel de quien es testigo». Con estas palabras de] coriocido franciscanist;1. Thadéc M:.1- tura queda ce1~ trado uno de los ternas que rnús interesan en Ios 135

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