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y cultivan una exégesis simbólica que no pone ningún límite a la fantasía. 8. La tesis de que Francisco se atiene exclusivamente al Je– sús terreno de la tradición sinóptica no puede defenderse en la actualidad. Francisco no presta menos atención ni da menos importancia al Cristo glorificado del Evangelio ele Juan, del Apo– calipsis y de las cartas paulinas y a la teología de la primera carta de Pedro. 9. La concepción que Francisco tiene de la Escritura puede superar con éxito la prueba de la exégcs;s científica (W. Egger). 10. La observancia literal del evangelio permitió a Francisco y a sus hermanos hacer experiencias radicalmente nuevas. Ta– les experiencias coinciden con las que, según las fuentes de los logia, realizaron Jesús y sus discípulos: pobreza y radicalism.o iti11era11te. La praxis cyangélica de estos puntos lleva, ya por motivos sociológicos y psicológicos, a una situación «parale]a,, en la que Francisco participa de las experiencias de Jesús y que permite extraer consecuencias retrospectivas sobre las experien– cias del propio Jesús. l L Pese a la literalidad con que Francisco entiende y cum– ple el evangelio corno norma de conducta, su relación con la Sa– grada Escritura es de naturaleza espiritual. Sobre este tema re– dacta Francisco una especie ele tratado hermenéutico, la sépti– ma advertencia. (Todo esto está tornado de una síntesis apreta– da de A. Rotzetter en «Conciliurn», citnndo a cada paso estudios de los mejores especialistas). 12. Hemos de terminar. Los estudios revisados nos han lle– vado a conclusiones imprevistas. En lugar de buscar la origina– lidad y presencia de Francisco por caminos un poco grotescos, como pueden ser el de un «hermanito» de Foucauld, que renun– cia a la responsabilidad de la propia fraternidad para vivir, en Venezuela, en un «Carme]O)> radicalmente «franciscano» (Cf. «Conciliurn», p . .354) o de hacer comparaciones con la M. Tere– sn de Calcuta o con un Paul Gauthier, es preciso seguir bajand•¡ hacia estas profondidades del misterio de Francisco. He aludi– do, durante el trayecto, varias veces a la dimensión teológica de San Francisco. Estoy convencido de que sedrn los ieólugos y los exégetas quienes dirán 1a última palabra, si es que hay úl– tima palabra acerca de un hombre que es un misterio; al me– nos serán los que despejen definitivamente la «cuestión francis- 14/í

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