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176 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA fiesta la visión del mundo propio de la comunidad nacional. La diversidad de las lenguas prueba la diversidad de mentalidades... » 9. Ya veremos cómo en su madurez Unamuno hace suya esta filosofía del lenguaje humboldtiana. Pero en su primera andadura de joven pro– fesor linguista sufrió el impacto de otra mentalidad muy distinta: la mentalidad naturalista que domina el ambiente de 1 la segunda mitad del siglo XIX. Encama esta mentalidad en la lingüística A. Sch1eioher. Para éste, según G. Mounin, no es el alma del pueblo quien da la clave para expicar el desarrollo del lenguaje. Nótese que este filólogo pasa de la botánica a la lingüística. Bien lo pone de relieve este pasaje de G. Mounin, que a,cotamos por su importancia: {«Según Sohleicher) la lingüística está sometida a leyes necesarias, gracias a las cuales la fonética alcanza la reconstrucción. De este modo, Schleicher tiene cla,ra impresión de la separación entre ,la antigua disciplina humana, que es la filologia, y la nueva disciplina lingüística, que él querría que se denominase la Glottik. La lengua evoluciona rpor ser un organismo, y en este plano la aportación da Darwin con el Origen de las especies (1859) es asimilada inmediata– mente rpor Schleicher; sólo seis años separan el libro de Darwin de las dos obras del propio Sohlekfüer que quieren sacar del darwinismo todas las conclusiones que le parecen autorizadas en el plano de 1a lingüís– tica» 10. Nos hemos permitido hacer esta larga cita para poner en mayor relieve el acercamiento de Unamuno a esta escuela lingüística natura– lista, como lo revela este texto, escrito en 1894. Precisamente, en esta época, según vimos en nuestro estudio Unamuno y Dios, el profesor de lenguas en Salama,nca vive mentalmente bajo el influjo del evolucio– nismo científico, formulado sobre todo por Darwin y Spencer. En este enmarque de su circunstancia mental el texto unamuniano que tras– cribimos adquiere plena significación. He aquí el mentado texto: «Los principios de la evolución orgánica, la lucha por la vida, la a,da,ptación al medio, la selección, la desaparición de los intermedios, la correlación de partes, la instabilidad de ,lo homogéneo, etc., todo ello se ve en la lingüística con menos trabajo que en la botánica o en la zoología, porque se dispone más a mano de elementos más manejables. Con un encerado y una colección de textos basta para las experimentaciones y observa– ciones que conducen a conocer en vivo ,la ley de la evolución. ¡Qué fe– cundas enseñanzas las que se desprenden del estudio de los sufijos de derivación muertos y vivos, de los sufijos latinos que, al perder su fun– ción, su aplicación a nuevos casos, se han atrofiado en castellano, donde forman con el nombre a que se unen una compacta unidad indisoluble» 11. Ante este texto todo lector reflexivo advierte que Unamuno hace suya la terminologia y el contenido del más crudo evolucionismo natu– ralista. Apena verle en esta hora de su vida inmerso en lo que más tarde aborrecerá ex toto carde: la disecación del lenguaje en la ley natural de su evolución. De soslayo, este texto nos descubre cómo la mente de Unamuno, en aquella situación agnóstica porque atravesaba, al que- 9 Op. cit., p. 198. 10 Op. cit., p. 203. 11 'La enseñanza del latín en España', IV, Obras Completas, I, p. 883.

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