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182 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA las pide al salmo que canta: «¡Quam magnifica sunt opera tua Domine! Omnia in sapientia fecisti...»35_ Otra vivencia del ejemplarismo advertimos en San Juan de la Cruz. Es la que hemos apellidado «de arriba abajo». En efecto; en su ascensión mística las creaturas no sirven como punto de apoyo para la subida. Más bien son objeto de alejamiento y de repulsa. Ha sonado la hora de la «nada» para lograr el «todo)). Mas cuando el alma ha obtenido el «todo» de la unión mística con su Dios, se vuelve a las creaturas y se alboroza con ellas, pues cada una le envía un mensaje que le recuerda la presencia del amado. Entonces el santo escribe esas sedantes estrofas del Cántico que no tienen paralelo: «Mi amado, las montañas,/ los valles solitarios nemorosos... Me place sobremanera anotar que en esta cúspide mística San Juan de la Cruz cree hallar un respaldo modélico en San Francisco. He aquí lo que escri– be: «En las cuales (en las dos canciones sobredichas) dice la Esposa que todas estas cosas es su amado en sí, y lo es para ella; porque en los que Dios suele comunicar en semejantes excesos, siente el alma y conoce la verdad de aquel dicho que dijo San Francisco, es a saber, Dios mío y todas las cosas»36_ El santo doctor queda en verdad respaldado por el dicho de San Francisco. Mas en una visión más amplia del itinerario espiritual de éste, para mejor encuadrar este dicho. es menester distinguir un doble momento: el de su con– versión e iniciación a la vida evangélica y el de plenitud de su vida mística. Si en el primer momento es la figura de Cristo Crucificado quien habla a San Francis– co y viene a ser el modelo al que Francisco se ha de asemejar, más tarde por Cristo va al Padre. En éste lo halla todo, por ser todas las cosas hechura y refle– jo del Padre. Canta entonces Francisco la hermandad del sacro Universo en el Himno de las Creaturas o Canto del Hermano Sol. Así pues; el paralelismo entre San Francisco y San Juan de la Cruz me parece evidente en el modo de vivenciar el ejemplarismo descendente. el que va «de arriba abajo». Ambos santos se hermanan con las creaturas de Dios des– pués de su abrazo místico con el mismo. En comunión con su Padre celeste Francisco canta: «Loado seas mi señor. .. Por la hermana tierra... por la herma– na agua ... ». San Juan de la Cruz parece traducirlo en la lírica poética de su can– ción: «Mil gracias derramando/ pasó por estos sotos... ». Como complemento de esta reflexión sobre el lenguaje místico en una visión ejemplarista del cosmos place exponer la delicada imagen de la «fonte», con la que San Juan de la Cruz quiere hacernos vivir el misterio trinitario. Los comentaristas, entre ellos G. Vega37, comentan el poema ¡Qué bien sé yo la fon te... ! con la nota de que es un «híbrido increíblemente raro de dos usos lite– rarios: el uno, el tradicional. .. ; el otro, el italianizante». Grato es constatar estos antecedentes. Pero más lo fuera penetrar en la metafísica teológica que le da clima y ambiente. Esta honda historia arranca de la escuela neoplatónica, con gran influjo. como es sabido, en San Juan de la Cruz. Reiteradamente nos hace 35 Obras de San Buenaventura. T.I. Itinerario de la mente a Dios. B.A.C. Madrid 1945. c.I.n. 15. p. 575. 36 Cántico.... Estrofas XIV y XV. Obras... p. 972. 37 G. Vega García-Luengos.<•La poesía de San Juan de la Cruz». en: Revista de Espirituali· dad 49 (1990) 381.

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