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180 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA su intento de aplicar la filosofía del lenguaje, hoy tan en alza, a la mística tradi– cional. En concreto, a Francisco del Osuna tan ligado a la escuela carmelitana por haber sido un mentor espiritual al que se reconoce adeudada Teresa de Jesús. Esto leemos en el estudio mentado: «Francisco de Osuna distingue, coin– cidiendo con las ideas de su época, dos teologías: la especulativa y la mística. La teología especulativa es calificada por él de «escudriñadora», ya que intenta «escudriñar» la naturaleza divina, para que la contemple la mente humana con suma verdad. Su ámbito, por ello, cae dentro de las tareas del entendimiento y se ejercita mediante razones, discursos y probabilidades... La teología mística, en cambio, posee el rasgo propio de ser «escondida», porque es «enseñada» en lo «escondido y secreto» del corazón humano... Su objetivo último es el de la unión del hombre con Dios por el amori, 2 9. Desde la perspectiva presentada en este preámbulo pasa el citado autor a reflexionar sobre el discurso matemático y la metáfora dentro del lenguaje místico. Pero por ser esta perspectiva muy amplia y el espacio de que aquí disponemos muy corto, nos limitamos a ofrecer– la como futuro programa. Aquí nos atenemos al plan actual de comentar al santo doctor desde sí mismo. A dos empleos de su lenguaje queremos especial– mente atender: a su lenguaje afectivo y a su lenguaje ejemplarista. Incita a cuestinar el lenguaje afectivo de nuestro doctor la leve pero incisiva crítica del P. Crisógono a la excesiva afectividad que transpira en sus obras el santo. Así enjuicia a éste su benemérito historiador: «Hay páginas demasiado cargadas de exclamaciones, que causan empacho y fatiga al lector30. Y comen– tando más en concreto la afectividad que transpira en Llama, emite este juicio negativo: "No siempre acompaña en aquellas palabras magníficas. El autor se dio cuenta de ello y quiso suplir con apóstrofes y otras figuras las deficiencias del lenguaje, pero cayó en una manera que linda con la afectación, aunque no lo es ciertamente»31_ Nos agrada que anuncie vía distinta un estudio reciente de G. Vega, en el que leemos: "La intensidad del trance origina otro de los rasgos definidores de su poesía: la exclamación. Las palabras irrumpen sin trabazón sintáctica, res– pondiendo a la función expresiva del lenguaje. La paradoja suele asociarse a estos momentos: «¡Oh cauterio suave!/¡Oh regalada llaga. .!,, 32 . Por esta otra vía es más acertado penetrar para llegar a comprender el len– guaje afectivo de San Juan de la Cruz. Lo hacemos trayendo a nuestro propósi– to uno de los sermones al pueblo de San Agustín. En una de sus genialidades, por las que se anticipa a los siglos, el gran doctor comenta el lenguaje del júbilo -in jubilatione- con el que el pueblo cristiano aclamaba a su Dios. Lo hace en estos términos: «Los que cantan en la siega o en la vendimia... estando ya llenos de alegría y no pudiendo expresarla con palabras, se comen las sílabas de éstas y se entregan al canto del regocijo. El júbilo es cierto cántico o sonido con el cual se significa que da a luz el corazón lo que no puede decir o expre- 29 V. Muñíz Rodríguez. Experiencia de Dios y lenguaje en el tercer Abecedario de Francis- co de Osuna. Universidad Pontificia Salamanca 1986. p. 61. 30 P. Crisógono, o.cit.. 11. p. 144. 31 A y o,cit.. 11. p. 177. 32 Nos remitimos al estudio de V. García de Diego: La efectividad en el lenguaje, en nota 24.
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