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EN TORNO A LA PRETENSION INASEQUIBLE DEL LENGUAJE MJSTJCO... 179 «Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura; mira que la dolencia de amor, que no se cura sino con la presencia y la figura». Ante esta experiencia de Dios, que es presencia en el alma, aparece en su manquedad el segundo momento del atestado de Ortega. De lamentar que éste no tenga en cuenta la distición de Zubiri entre lo teológico y lo teologal y, sin tomar conciencia de ello, se vaya del uno al otro. Habla en una perspectiva teo– logal cuando afirma: «El alma europea se halla próxima a una nueva experien– cia de Dios». Qué delicia poder leer esta frase. Pero Ortega la falsea al ligarla al necesario enriquecimiento de nuestras ideas sobre lo divino. Ha hecho un trán– sito, para él insensible, entre lo teologal y lo teológico. Es teologal la experien– cia de Dios. Pero es teológico cultivar las vías luminosas del pensamiento dis– cursivo para acrecer nuestro conocimiento de Dios. Luego no es válida la antítesis: teología y no mística. Habría más bien que decir: si bueno es el conocimiento del misterio de Dios, mejor es gustar de su presencia amorosa. Lo teologal debe primar sobre lo teológico. Desde esta distinción pudiéramos también replicar a Ortega por irritarse contra Unamuno al comparar éste al frailecillo incandescente nada menos que con el gran filósofo Descartes. Dejamos que lo haga por nosotros --de modo más autorizado- uno de los máximos metafísicos de Francia en este siglo, L. Lavelle. Este, en un ponderado cotejo entre el filósofo y el místico llega a esta conclusión: «On se saurait nier qu'il n' y ait d'abord chez Descartes une confian– ce en soi, inséparable, il est vraL d'une confiance en Dieu qui la fonde, au lieu que, chez saint Jean de la Croix, la confiance en Dieu n'a plus besoin de la con– fiance en soi et naít précisément au moment oú elle-méme, par sa vertu pro– pre, qui suffisera a nous donner la présence de Dieu... » 28 . Es patente aquí - una vez más- el contraste entre lo teológico y lo teologal; entre el pensador Descartes, razonando sobre la verdad de Dios desde la idea clara y distinta y el místico San Juan de la Cruz que logra hacer a Dios presente en lo íntimo de su conciencia. Es esta presencia de Dios, vivencialmente sentida por San Juan de la Cruz frente a los impasibles argumentos cartesianos para hacerlo compren– der, lo que distingue netamente a estas dos mentes geniales. Y ahora pregunta– ríamos a Ortega, si fuera capaz de respondernos: ¿Cuál de estas dos mentes apunta a lo alto y profundo de modo más genial? Al margen de la respuesta que pudiera darnos Ortega, menester es añadir que San Juan de la Cruz hace uso -más inconsciente que consciente- de un lenguaje creador y recreador, para facilitar en lo posible la presencia divina en las almas. Sobre este lenguaje quisiéramos ser más explícitos ahora, al final de este estudio. Ultima aclaración de nuestro tema: La pretensión inasequible del lenguaje místico. Sin mentar los vocablos «teológico» y «teologal» resume lo que venimos deciendo el prof. Vicente Muñiz en un estudio pionero -aquí en España- por 28 L. Lavelle. Quatre saínts. Paris. 1951. p. 105.
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