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EN TORNO A LA PRETENSION INASEQUIBLE DEL LENGUAJE MISTICO... 175 sintácticas -como las que él comete a diario en la conversación- hacen de los escritos de la misma un límpido espejo en el que se refleja su alma blanca. Ser espejo del alma es el máximo logro para el lenguaje. En nuestra literatura no hay modelo mejor de este espejar que el lenguaje de Santa Teresa. Tal vez haya que decirlo respecto de la literatura mundial. Este esquema lingüístico nos parece que muestra en clara perspectiva los tres círculos concéntricos del lenguaje con su respectivo grado de enriqueci– miento. Tenemos ahora que reflexionar cómo San Juan de la Cruz, inmerso en estos círculos lingüísticos, se ha servido de ellos en la exposición de su doctri– nas. Sólo así percibiremos con alguna hondura el tema que hemos presentado ante el lector: comprender en qué consiste la pretensión inasequible del lengua– je místico y penetrar en las raíces ocultas de esa inasequibilidad. 4. UTILIZACION DE LOS CIRCULOS LINGÜISTICOS POR SAN JUAN DE LA CRUZ Entramos en el más delicado y cuestionable apartado de nuestro estudio. Lo abordamos, no tanto para obtener la problemática acquiescencia de los doctos cuanto por el deseo de contribuir a un mayor conocimiento de nuestro doctor místico. Y también de la mística en general. La juzgamos el mejor de los sabe– res, siguiendo al filósofo H. Bergson, de quien tenemos que aprender los pen– sadores cristianos a valorar las intuiciones del misticismo. Sobre el respectivo uso que hizo San Juan de la Cruz de los tres círculos del lenguaje que terminamos de exponer damos este juicio inicial sinóptico. Con él ofrecemos un panorama mental que poco a poco iremos precisando. El lenguaje usual es el que utiliza preferentemente nuestro doctor en su obra. Mas tiene el don de recrearlo de modo admirable según la exigencia de lo que quiere declarar. Del lenguaje conceptual, aprendido en las aulas, se vale para la exposición docta del tema. Pero respecto del mismo no manifiesta nin– guna tendencia creadora ni recreadora. Detenidamente daremos más tarde la razón de ello. Por lo que toca al lenguaje experiencia/ San Juan de la Cruz parece hallarse en tensión continua, a la búsqueda del más adecuado. Es el len– guaje místico con su ínsista pretensión inasequible. Pero el ser inasequible no motiva que decrezca el esfuerzo del escritor por expresarse en el que pudiera ser menos inadecuado. Con este esfuerzo el lenguaje místico ha alcanzado su meseta más alta. Inigualable en algunos momentos de su prosa, lo es aún más en sus versos. Para recordar que lo ideal inasequible impele siempre a lo alto. La pretensión inasequible de traducir en palabras la alta experiencia mística ha hecho posible poder leer esos versos del divino poeta, más para ser oídos allá arriba que aquí abajo. Formulado con precisión nuestro juicio sinóptico, parece deuda que de pro– pósito nos detengamos a darle más amplitud y claridad. Volvemos a repetir que el lenguaje preferido por San Juan de la Cruz es el usual: el que aprendió de niño en la llanura avilesa de Fontiveros y perfeccionó en la ciudad castellana de Medina del Campo. Añadimos con larga intención que tiene el don de «recrear/o». Es sabido que la virtuosidad de recrear el len-

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