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CARTA MENSAJE: «HE CONCLUIDO ,\II TAREA... ,, 7 sobre las cosas o sobre las personas, Francisco se abre al Espíritu del Señor. Quiere ser pobre hasta en sus relaciones con Dios, purificando cada vez más sus aspiraciones. Al orar, rehuye la súplica para evitar apropiarse al Altísimo; su oración es más bien de alabanza, de acción de gracias, de encanto místico (cf. LM 14, 2). Con la castidad por el reino de los cielos, Francisco entrega y abandona su cuerpo al Señor nuestro Jesucristo (cf. 1 R 16, 10-11). Y, en el espíritu de la comunión de los santos, prefigura ante sus con– temporáneos el estado futuro del hombre llamado a ser hijo, amigo y comensal de Dios. En las biografías antiguas se encuentra a menudo la afirmación admirativa de que Francisco parecía «como un hombre nuevo y del otro mundo» (1 Cel 82; cf. 1 Cel 36). 2. Lo QUE FRANCISCO DE Asís HIZO POR EL HOMBRE «Omnipotente, santísimo, altísimo y sumo Dios ..., te danzas gracias por ti mismo, pues por tu santa voluntad, y por medio de tu único Hijo con el Espíritu Santo, creaste todas las cosas espirituales y corporales, v a nosotros, hechos a tu imagen v semejanza, ~os colocaste en el paraíso. · Y nosotros caímos por nuestra culpa» (1 R 23, 1-2). el Pobrecillo Francisco de Asís tiene una comprensión del no margina hombre fundada en el parámetro del Verbo Encarnado. El mismo cuerpo humano, según él, es valuable más por la semejanza con el de Cristo que por la semejanza con el mundo material. De aquí la superación de todas las concepciones negativas del cuerpo. San Francisco lo ve como «hermano» del espíritu y «celda» del alma ermitaña (cf. LP 108h; EP 65). Respecto a la curación de la conflictividad entre espíritu y cuerpo derivada del dualismo griego, existen en las fuentes franciscanas algunas páginas significativas tales cuales no es fácil encontrar en toda la literatura ascética y mística del cristianismo. No pocos textos, además, son totalmente originales y únicos (2 Cel 210-211, etc.). La visión que Francisco tiene del hombre es fundamentalmente optimista. Nadie puede ser marginado, aunque sea pecador. De hecho, todo hombre, precisamente en cuanto hombre, es imagen de Cristo y semejanza del Padre (Adm 5, 1). Su trato humano, en un clima de respeto incondicional, se expresa igualmente a papas, obispos, sacer-

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