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28 empeño de todos los franciscanos LOS :\!INISTROS DE LA ORDEN FRANCTSCANA CONCLUSIÓN Todos nosotros los franciscanos -religiosos, religiosas, seglares- debemos sentirnos movi– lizados a nivel de pensamiento y de acción para promover una nueva primavera franciscana al servicio de la Iglesia y del mundo. Nuestro apostolado debe centralizarse en las tres ideas-valor que constituyeron el sostén de la experiencia de Francisco de Asís: Dios, hombre, mundo. Estas realidades no están en contraste entre sí, no se excluyen, sino todo lo contrario. El compromiso religioso no es obstácul~ para el compromiso por el hombre y por el mundo, como han afirmado algu– nos erróneamente. Al contrario, el engarce con lo divino es indispen– sable para una justa valoración de las criaturas y para una promoción eficaz del hombre integral. En este momento de gracia hay que poner manos a la obra con entusiasmo, con fe, con amor. Es necesario recurrir a todas las ener– gías más recónditas y seguir todos los caminos que parezcan aptos para construir un mundo humano y creatural que responda mejor al proyecto de los orígenes bíblicos. generosidad antigua en un contexto nuevo evangélica. a) Nuestra intervención salvífica sobre los hombres y sobre el mundo de la naturaleza presupone nuestra plena inserción en el miste– rio de la gracia y el compromiso incondicio– nal en seguir los caminos de la perfección Sepamos, por tanto, dar siempre la primacía a los valores funda– mentales de la vida franciscana, como la oración y la contemplación, la gozosa convivencia fraterna, la práctica de los consejos evangélicos con particular atención a la pobreza, una completa disponibilidad para el servicio de los otros, la perfecta alegría siempre y en cualquier parte, una profunda devoción a la Virgen y, en primer lugar, la confor– midad con Cristo como camino al Padre del amor. Debemos ser hom– bres y mujeres del Evangelio: nutrirnos de la palabra de Dios y des– arrollar una intensa obra de evangelización, como hicieron san Fran– cisco y los compañeros de la primera hora. De esa manera, mientras realizamos nuestra santificación personal y comunitaria, somos tam– bién fermento vivo en el mundo de hoy.

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