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CART:\ I\!ENSAJE: «HE COc'lCLUIDO I\ll TAllEA .. » 27 y están marcados con el sello del amor divino, son amados por Fran– cisco como «hermanos y hermanas» (cf. Cánt·; LM 8, 6; Lm 1, 6). El Juglar de Dios, con delicadeza nunca vista, habla a los pájaros de toda especie (cf. 1 Cel 58-59), devuelve la libertad a la liebre caída en la trampa (1 Cel 60), rescata el cordero llevado al matadero (LM 8, 6), deja nuevamente en el agua los peces atrapados por el anzuelo (1 Cel 61 ), devuelve la libertad a las tórtolas (Flor 22 ), saluda al rebaño que está paciendo (LM 8, 7), recoge los gusanos del camino para que no sean pisados (1 Cel 80; 2 Cel 165), es afectuoso con el lobo hambriento (Flor 21) y con las abejas (2 Cel 165), dialoga con el halcón (3 Cel 25), con el faisán (3 Cel 26) y con la cigarra (3 Cel 27). Francisco quiere que no sólo las flores y las hierbas olorosas ten– gan un espacio suyo para prosperar, sino hasta los hierbajos que tam– bién tienen una función propia en el cuadro de la naturaleza (cf. 2 Cel 165; LP 88). Recomienda que, al hacer leña por necesidad, los hermanos no corten todo el árbol, a fin de que pueda echar nuevos brotes (2 Cel 165). ¡Cuánto debe aprender el hombre de nuestro tiempo! A veces, las criaturas devuelven sus atenciones al Santo que las ama tan tiernamente y respeta su significado en una visión global (cf. 3 Cel 20; 1 Cel 58; 3 Cel 21; 1 Cel 59; LM 8, 7). Estrechados en un solo pacto de amor, el hombre y las criaturas (cf. LM 8, 11) proclaman sin cesar cuán hermoso es el Padre de todo lo creado (2 Cel 165). Y Francisco supo identificar el código de lec– tura de este grandioso lenguaje, fácil, inmediato, elocuente, accesible a todos. Por esta singular relación del Santo de Asís con la naturaleza, Juan Pablo II, el 29 de noviembre de 1979, promulgó las Letras Apos– tólicas «Inter sanctos», con las que proclama a san Francisco patrono de los ecólogos. El Pobrecillo, en efecto, percibió «la naturaleza como un don maravilloso hecho por Dios al género humano» (cf. Sel Fran núm. 27, 1980, 295). El franciscano debe sentirse portador de este mensaje al hombre contemporáneo, que tanto tiene que aprender del Santo de Asís sobre el modo de comportarse con la naturaleza en sus varias expresiones. Francisco tenía el sentido de la sacralidad de todas las criaturas y las trataba con una cierta veneración tanto por su valor intrínseco como por su servicio al hombre. También en el mundo de hoy la tutela del ambiente natural podrá ser garantizada principalmente por una reno– vada sensibilidad según la visión cristiana, tan bien interpretada y llevada a la práctica por san Francisco.

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