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22 LOS .\HNISTROS DE LA ORDEN FRANCISCANA para que Cristo vuelva a ser el corazón del mundo y la familia sea de veras una iglesia doméstica, convocada por el Espíritu y nutrida por el amor. el franciscanismo y la mujer San Francisco ve todas las criaturas a la luz de Dios y de modo particular advierte la gran dignidad de la persona humana (cf. Adm 5, 1). Sabe que el hombre y la mujer son obra de Dios creador, que los ha querido diversos y complementarios, no inferiores ni superiores el uno al otro. El Pobrecillo reconoce, además, que el hombre y la mujer están igualmente llamados por Dios a compartir la vida divina y a colaborar en el plan de salvación como hermanos y hermanas, sin dominar los unos sobre los otros. No hace distinción entre su llamada y la de Clara. Jacoba de Sietesolios goza de su plena confianza. En su aposto– lado itinerante, se dirige siempre a los hombres y a las mujeres (cf. 1 R 23, 7); acoge a su seguimiento no sólo a hombres sino también a mu– jeres de todas las condiciones sociales: solteras, casadas y viudas. A todos, hombres y mujeres, ofrece un idéntico programa de vida evan– gélica, sin discriminaciones. A Francisco personalmente le gusta des– tacar algunas cualidades femeninas y desea que el amor fraterno esté inspirado en el amor materno (1 R 9, 11; 2 R 6, 8; REr). Define la pobreza como «mi señora» (2 Cel 84). En nuestro mundo contemporáneo, la mujer ha reclamado la aten– ción sobre sí, sobre su papel en la familia, en la sociedad y en la Iglesia. El espíritu franciscano quiere que la mujer, según el proyecto de la creación y de la redención, exprese la plenitud de su vocación femenina. En efecto, las mujeres y los hombres que siguen a Fran– cisco, aunque compartiendo el mismo patrimonio espiritual, tienen una tonalidad diversa en el vivir el mismo ideal y en la acción apos– tólica. Esta diversidad debe salvaguardarse con todo respeto, puesto que representa un enriquecimiento del carisma franciscano en su glo– balidad. Los franciscanos de hoy, mujeres y hombres, están llamados juntamente a volcar sus dotes de naturaleza y de gracia en el servicio humanitario y cristiano del que el mundo actual tiene urgente nece– sidad. testigos del mensaje que transmiten: e) Para que la acción franciscana en el mun– do contemporáneo sea rica de frutos es nece– sario que el mensaje se convierta en testimo– nio. Es necesario, a saber, que el franciscano encarne en su mentalidad y en su comporta-

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