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CARTA MENSAJE: «HE CONCLUIDO MI TAREA... » 21 - profundizar en las características de su identidad, tomar con– ciencia de que su misión propia es plenamente válida y preciosa, re– cargarse de entusiasmo mediante el contacto con el Evangelio y con las fuentes franciscanas·; - sentirse libres de exageradas preocupaciones por la vida pre– sente; hacer de Cristo el eje central de una creciente experiencia de fe; abrir el corazón a las necesidades espirituales y materiales de los otros mediante una generosa disponibilidad para los servicios huma– nitarios, sociales, ecológicos y religiosos que se hicieran necesarios o convenientes. Así, también en esta época nuestra, el Señor visitará su tierra y todos serán invitados a admirar las maravillas que de nuevo Él realiza en el universo por medio de sus siervos ( cf. 1 Cel 36 ). Entonces el mundo se tornará más sonriente y la mies del reino más lozana, des– puntarán brotes, se abrirán flores perfumadas y madurarán frutos de bondad. Resonarán aún acciones de gracias, se elevarán himnos de ala– banza y, como sucedió en tiempos del Pobrecillo, muchos aprenderán a conocer y amar al Creador del universo ( cf. 1 Cel 37). También el cosmos, perturbado en su maravillosa armonía natural, podrá ser recuperado como amigo del hombre. pastoral de la familia d) Otro malestar, más bien macroscópico, que parece propio de esta época, es el que afecta a la familia y al diálogo de la pareja, no defen- dida ya por el ambiente ni protegida por los valores tradicionales. Las condiciones cambia– das de trabajo, las crecientes preocupaciones económicas, el surgir de ideologías materialistas y hedonistas, el laxismo en las costumbres, el permisivismo generalizado en la sociedad actual, la consiguiente inmadurez psicológica, la inestabilidad de las estructuras y la fluidez de los modelos, los insistentes estímulos propuestos por los medios de comunicación social y otros factores a menudo imponderables minan con frecuencia las obligaciones del matrimonio y hacen precario el amor conyugal, con obvias consecuencias deletéreas para los mismos esposos, los hijos y las futuras generaciones. Los franciscanos deben insertarse activamente en la pastoral de la familia que la Iglesia del postconcilio promueve con todos los medios sugeridos por el celo apostólico. La evangelización del pueblo, en ambientes cristianos y en territorios de misión, forma parte de las más bellas tradiciones de la vida franciscana. También en el momento presente los hijos espirituales de san Francisco deben actuar con fe
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