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20 misión de la vida contemplativa LOS 1!INISTROS DE LA ORDEN FRANCISCANA También las monjas franciscanas, clarisas y terciarias, que están consagradas por entero a la contemplación, aunque no pueden atender directamente el apostolado activo, contribuyen, sin embargo, en medida eminente a la vida del cuerpo místico de Cristo. Con su oración continua, con la oblación diaria de su existencia en sacrificio agradable a Dios, con la soledad gozosa que favorece una comunión más íntima con el divino Esposo, ellas imploran constantemente la presencia del Señor en medio de su pueblo y obtienen una «misteriosa fecundidad apostólica» (PerCar 7) para las diversas obras que los hermanos y las hermanas de vida activa desarrollan según los dones del Espíritu (cf. 1 Cor 12, 4; Rom 12, 5-8; Ex 17, 11). papel peculiar de la OFS En este momento es particularmente empla– zado también el laicado franciscano, compro– metido por Francisco en la plenitud de la voca– ción cristiana. Viviendo el ideal evangélico en sus familias, los hermanos y hermanas de la Orden de penitencia (cf. LM 4, 6) llevan a cabo un auténtico itinerario de santificación y ofrecen un testimonio veraz de fe. Con la ayuda del Señor que inspiró a san Francisco, deben aprovechar esta ocasión centenaria para enfervorizarse y comprender el sentido profundo de su presencia en la Iglesia y en el mundo. Una mirada, aunque fugaz, a los tiempos de los orígenes (cf. Flor 16; 1 Cel 36 y 37; TC 54; LM 4, 6) les estimulará a un empeño de vida evangélica, de testimonio y de labo– riosidad. Escuchando a Francisco de Asís y sobre todo viendo su ejemplo, muchas personas abandonaron las vanidades del siglo, redimensionaron el interés por los bienes terrenos, vivieron santa– mente a la luz del Evangelio, se dedicaron a los pobres. Francisco apareció como una nueva estrella enviada del cielo para indicar a los hombres el camino de la salvación, un tanto olvidado. Demasiados, en efecto, dejando de lado al Señor y su palabra, se enredaban en los negocios materiales y encallecían en los vicios (cf. 1 Cel 36). El contexto en que nos encontramos viviendo y desarrollando nues– tro servicio evangélico no es muy diferente del ambiente de san Fran– cisco y de los primeros terciarios franciscanos. Los hermanos y hermanas de la Orden Franciscana Seglar com– prenden bien que la parte que les corresponde en el mundo actual se concreta sobre todo en dos opciones de fondo que incluyen cualquier aspecto y aplicación:
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