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CARTA \IENSAJE: «HE CONCLUIDO AH TAREA... " 19 mente nocivos, enfermos de todo género cada vez más numerosos a pesar del tan cacareado progreso sanitario, internados en sanatorios psiquiátricos, detenidos en proporciones alarmantes, y otros semejan– tes representan un drama grave que proyecta demasiadas sombras sobre la sensibilidad humana del mundo actual y sobre la entera civili– zación con todo su presunto desarrollo. La ineficacia de las interven– ciones es sintomática. Esconde en efecto el desinterés general que envuelve a tanto sufrimiento y, al mismo tiempo, oculta las grandes limitaciones del hombre que presume de sí mismo hasta excluir a Dios. Por lo que se refiere al futuro, a nadie puede pasarle desapercibido que otros nubarrones amenazantes se hacen densos en el horizonte. Las preocupaciones por la crisis energética y el incremento demográ– fico harán sentir su peso sobre la existencia humana, con consecuen– cias difícilmente previsibles. La ampliación de las aglomeraciones urbanas deja entrever una agudización del problema de los margi– nados, del aislamiento de los individuos y de las familias, así como un recrudecimiento de las tensiones sociales. También la sensibilidad religiosa y los criterios morales podrán verse contagiados por el nuevo clima que va instaurándose en el mundo humano. Entre tan evidente crisis de valores y las incertidumbres que ame– nazan a la humanidad, los franciscanos están llamados a obrar con el espíritu de fe que animaba a san Francisco cuando estrechaba entre sus brazos al leproso, daba el manto a quien sentía frío, llevaba de comer a los bandidos. En el mundo de hoy se da amplio espacio para el amor efectivo que ha distinguido a los franciscanos en tantas circunstancias históricas. Y no se trata solamente de medios finan– cieros o de construcciones materiales que llevar adelante. En un clima en el que el hombre está encerrado en sí mismo y despreocupado de los demás, urge sobre todo una disponibilidad válida de recursos humanos. Se propone, en consecuencia, instituir un «centro de programación franciscana» que cuide de solicitar y acompañar al personal puesto a disposición por todas las fuerzas franciscanas para satisfacer las múl– tiples exigencias del momento actual y del futuro. Mancomunados por el mismo ideal y unidos en una fraterna colaboración evangélica, los seguidores de Francisco pueden dar vida a un «servicio de urgencia franciscano» para curar los diversos males físicos y morales de los hermanos hombres. Esta sería de veras una respuesta concreta a la llamada del mundo contemporáneo, que está cansado de palabras bonitas y espera inter– venciones efectivas.
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