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18 LOS A!JNISTROS DE LA ORDEN FRANCISCANA ta y enferma, continúan sacrificando los derechos y la libertad de los individuos y de los pueblos, ejerciendo sobre ellos una fuerte presión -manifiesta o latente- que produce condicionamientos lesivos de la naturaleza humana. Las sociedades de libre mercado (free market) y las colectivistas, habiendo estimulado el tener y descuidado el ser, manifiestan cada vez más abiertamente la crisis en que se debaten. Más o menos y de diversas maneras, han frustrado las espectativas del hombre, puesto que no han resuelto gran parte de sus problemas ni han conseguido establecer una verdadera colaboración internacional, caracterizada por intentos sinceros a favor del progreso y el bien de los pueblos. De aquí, la carrera desenfrenada de armamentos y el canalizar ingentes dispo– nibilidades económicas hacia fines bélicos, substrayéndolas a la cons– trucción de un mundo más justo y más fraterno (cf. GaudSpes 79s). Los seguidores de Francisco deben anunciar, con la palabra y sobre todo con la vida, la estupidez de toda contienda, inculcando la paz, el respeto, el amor. Educados en la pobreza que hace libre el corazón y animados por la caridad de Cristo, deben renovar en el mundo de hoy la misión del Pobrecillo, que tanto contribuyó a la obra de paci– ficación en el ambiente cristiano y a la distensión con el Islam, aunque anticristiano. Es necesario, sin embargo, no quedarse en las bellas ideas, sino que urge descender a lo práctico, como hizo san Francisco, y emprender iniciativas concretas tanto a nivel teórico como práctico, uniendo lo más posible las fuerzas y no dispersándolas en fogonazos individualistas que no pueden ofrecer garantías de eficacia y de conti– nuidad. curar los males de la humanidad con intervenciones concretas c) El actual cuadro internacional presenta situaciones penosas y a menudo inhumanas, a las que no se presta la debida atención: naci– miento de pueblos nuevos que hallan dificul- tades para desarrollarse por carencia de apoyos económicos y falta de ayuda por parte de los más desarrollados; la desigualdad o reparto inadecuado de los bienes, que tolera la presencia simultánea de una vasta infancia humana atormentada por el sub– desarrollo y el hambre junto al bienestar y al consumismo irrespon– sable; problemas sociales no resueltos en términos de justicia, sino con frecuencia condicionados por el egoísmo; tensiones crecientes que arrancan de estos y de otros factores. Todavía otra triste realidad se levanta frente a nuestra conciencia. Prófugos, refugiados políticos, chabolistas, drogadictos, minusválidos, ancianos arrinconados como trastos viejos ya inútiles si no directa-

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