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CARTA MENSAJE: «HE CONCLUIDO 2'!I TAREA .. 17 2. POR LOS HERMANOS HOMBRES San Francisco ve al hombre a la luz de aquel que fue hombre per– fecto e Hijo de Dios Altísimo. De Cristo aprende el amor a los hombres y para ellos gasta gran parte de su no larga existencia. Sus atenciones se dirigen sobre todo a los menesterosos en el cuerpo y en el espíritu. Los franciscanos de hoy, continuadores de la misión de Francisco de Asís, deben tener un conocimiento adecuado de las condiciones en que se encuentran viviendo los hermanos hombres y deben sentirse responsablemente compron1etidos para que se construya un mundo nuevo según el Evangelio. siI;nos de los tiempos en clave humana: a) La pretensión de los humanismos ateos, que a menudo han hecho su aparición en la historia de los hombres, parece acusar una vez más su derrota. Las esperanzas cerradas en el horizonte terreno han apagado las aspiraciones fundamentales de la existencia y desengañado irremediablemente al hombre contemporáneo. :Éste, más bien, se encuentra yendo a ciegas en un estado de inquietud, porque se ve amenazado por los resultados de su genialidad y de sus fatigas (cf. RedHom 15). El apostolado de los franciscanos encuentra, por tanto, una psico– logía humana salva de ilusiones y abierta al mensaje evangélico. apertura al Evangelio tempestivamente y hombres de Dios. obreros de la paz El hombre de hoy se estremece de esperanzas y espera mucho de aquellos que encarnan los grandes valores de la existencia. En este providencial contexto antropológico es donde el franciscano está llamado a intervenir con la sabiduría inspirada que es propia de los b) En este siglo hemos asistido, y en parte aún estamos asistiendo, a algunas de las más graves aberraciones que han hecho escarnio de la dignidad humana. Las violencias de los Es– tados, de los grupos terroristas, de los ciuda– danos privados; los atropellos de matriz política, de naturaleza cul– tural, ideológica, hedonista, publicitaria; la arrogancia de las naciones y de las sociedades que se constituyen en árbitro de grandes porciones de recursos naturales o de fuerzas industriales, imponiendo equilibrios precarios y compromisos. Tales hechos, síntoma de una sociedad egoís-

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