BCCCAP00000000000000000000408

14 LOS MIN1STROS DE LA ORDEN FRANCISCANA sentido de lo sagrado y cercena o sin más reduce a la nada el diálogo del hombre con Dios (cf. GaudSpes 19-20). Pero en semejante contexto aflora cada vez más evidente la sensi– bilidad religiosa, que expresa la inderogable necesidad de Dios. Es verdad que tampoco en esta recuperación de la dimensión sobrenatural faltan brotes de superstición y actitudes teóricas no rectamente confi– guradas. Con todo, hay mucho de positivo. recuperación de la religiosidad El franciscano debe intervenir con tacto y cla– ridad para orientar en dirección constructiva estos fenómenos de vida que rebullen dentro del hombre de nuestro tiempo. Además, no se pueden desconocer otros aspec– tos más marcadamente religiosos, como el creciente contacto con la palabra de Dios, la búsqueda del silencio y de la meditación, el re– descubrimiento de los valores comunitarios, el deseo de liberación de lo contingente, unos encuentros más entusiastas de oración. Parti– cularmente confortante es, por otra parte, el fenómeno que se com– prueba entre los jóvenes, fascinados por Cristo en medida y propor– ciones cada vez más relevantes. De estos y de otros bienes los hijos espirituales de san Francisco deben alegrarse y dar gracias al Señor, que en su bondad es el dador generoso de todo don. Cristo hoy entre moda y fe b) El hombre de hoy, fuertemente vuelto a la tierra y a los bienes económicos, está cada vez más tocado de refilón por un interés difuso por Jesús visto con simpatía en su dimensión hu- mana. Demasiado a menudo el entusiasmo es superficial y pasajero, como una moda original entre tanto cansancio y penuria de valores; con frecuencia aparece sin proyección vertical, otras veces directamente profanador (cf. ciertas películas, recitales, musicales, blue jeans, publicidad). San Francisco amonesta a «todos los que vieron al Señor Jesús según la humanidad y no vieron ni cre– yeron, según el espíritu y la divinidad, que él es el verdadero Hijo de Dios» (Adm 1, 8). El franciscano, animado corno el Pobrecillo por la pasión hacia el Hijo de Dios, no puede limitarse a ver lo que los otros hacen a su modo, ni puede contentarse con una crítica fácil. Debe, por el con– trario, saber contraponer una creatividad pastoral que responda mejor a las esperanzas de la gente, recurriendo a una sana inventiva, sirvién– dose de los nuevos medios hoy disponibles y aprovechando también

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz