BCCCAP00000000000000000000408

12 LOS :'IU'ITSTROS DL LA ORDL'I LR\NCISCANA viéndose también de sus obras, el Pobrecillo observa atentamente la creación, escucha sus voces misteriosas y escruta el mudo lenguaje de las cosas, enriqueciéndose siempre con nuevos y más vivos impul– sos de entusiasmo espiritual ( cf. EP 113 ). Es el máximo de liberación que las criatruas hayan tenido jamás de parte de un místico cristiano (cf. 2 Cor 5, 19). Francisco trataba las cosas «corno seres dotados de razón» (1 Cel 81) y les hablaba «corno si hablase a los hombres» (Richerius Senonensis). Así queda superada la mentalidad hagiográfica que veía con fre– cuencia a los animales como símbolos del maligno o servidores incons– cientes del santo. Asimismo, la actitud de Francisco está en oposición al concepto de dominio despótico sobre el mundo material, y de la explotación desconsiderada de las criaturas, que no deben ser redu– cidas a mera funcionalidad, es decir, consideradas exclusivamente para uso y consumo del hombre. En la iconografía encargada por los franciscanos resaltará de modo inconfundible, sobre todo en las tan difundidas versiones de la «pre– dicación a los pájaros», la singular comunión fraterna del Santo de Asís con el mundo de los seres animados e inanimados. II. «CRISTO OS ENSEÑE LA VUESTRA» el centenario, momento de gracia El mensaje franciscano, tan rico en motivos y cargado de vida, deberá ser, en esta celebra– ción centenaria más que nunca, fecundo en abundantes frutos espirituales para el hombre de hoy y de mañana. A fin de que esta espe– ranza se haga realidad, quedan emplazados en primer lugar todos aquellos que, por don del Señor, inspiran su vida en los ideales evan– gélicos de Francisco de Asís: religiosos, religiosas, seglares. De cual– quier modo que estemos vinculados al Seráfico Padre, debemos poner– nos humildemente en actitud de escucha para captar las vibraciones de un mensaje que debe renovarse en nuestra existencia y, por nuestro testimonio vivo de franciscanos, revertir, enriquecido, en el corazón de nuestros hermanos los hombres. lectura atenta de los signos del Reino Ahora bien, no nos es posible conseguir nos– otros mismos resultados positivos de perfec– ción evangélica y actuar sobre los otros sin una previa lectura de los signos de los tiempos (GaudSpes 4 ). Francisco nos recuerda que sola-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz