BCCCAP00000000000000000000408

CARTA MENSAJE: «HE CONCLUIDO MI TAREA... » 11 tido anticátaro, una profunda simpatía con las cosas. Él es consciente de la ambigüedad moral de las realidades terrenas y del mismo cuerpo humano, que pueden revelarse hasta dañosos (cf. Adm 10, donde Fran– cisco llama «enemigo» al cuerpo). Sin embargo, tal perspectiva de peligrosidad, debida al mal uso hecho por el hombre en un clima de relación inarmónica, no da derecho a mirar con lentes de pesimismo las criaturas, que son bellas, castas, preciosas, muy útiles, reveladoras del Buen Señor (cf. Cánt). Francisco recuperó para la espiritualidad cristiana las maravillosas páginas del Génesis que revelan la creación y que ciertos movimientos espirituales del medioevo, con su concepción negativa, habían hecho arrinconar. La ley de la gravitación de su espíritu, que tenía como centro de gravedad a Dios que es «el bien», «todo bien» y el «sumo bien» (AlHor 11), lo hacía girar en la órbita del amor y, al mismo tiempo, lo inmunizaba contra cualquier efecto deletéreo. La pobreza liberadora le recordaba incesantemente el principio evangélico de la salvación escatológica: ¡en el mundo, pero no del mundo! motivos bíblicos de la solidaridad cósmica Aun sin empequeñecer la confluencia positiva de múltiples factores que en aquel tiempo fer– mentaban en varias partes de Europa, cual es particularmente la cultura gótica más atenta a lo real, es necesario reconocer que la recupe– ración de las realidades terrestres fue un mérito característico del franciscanismo. Tal revaloración de la naturaleza tiene sobre todo raíces bíblicas y teológicas. Las criaturas son «hermanos» y «herma– nas» por tres razones fundamentales: 1) porque tienen con el hombre un origen común y por tanto un mismo Padre; 2) porque comparten con el hombre el don de la existencia y el mismo destino; 3) porque todas las cosas son símbolos y vehículos en Cristo, hermano primo– génito de toda criatura (cf. LM 9, 1; 1 Cel 80-81). Aun en las criaturas más ínfimas, Francisco percibía la presencia memorial de Cristo y todo el mundo físico se le manifestaba como una custodia transpa– rente y natural del Hijo de Dios Encarnado, «Sol», «Flor», «Vid», «Luz», «Cordero», «Piedra», etc. En Cristo, además, toda criatura «lleva significación» del Altísimo (Cánt). servir al mundo, no avasallarlo El aspecto más sorprendente de la relación perfectamente humanizada entre Francisco y las realidades terrestres es el de la obediencia respecto a las mismas criaturas (SalVir 14-18). Dado que Dios puede expresar su voluntad sir-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz