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CART.\ A!ENSAJE: «HE CONCLliIDO :\II TAREA.,.» 9 a los hermanos como a las hermanas (cf. J. Vitry: Carta primera, de octubre de 1216) no tenía exclusivamente inspiración evangélica y contenidos ascéticos, sino también significado social de solidaridad con los últimos y los excluidos de aquella sociedad (cf. LM 7, 6). Francisco se interesó constantemente por la paz entre los grupos de ciudadanos divididos por el odio a causa de la desigualdad de los derechos civiles (cf. 2 Cel 108), entre autoridades civiles y eclesiásticas, en litigio por competencias de poder (LP 84), entre obreros y patro– nos que se odian por la distribución de los bienes (2 Cel 89). Según Francisco, el saneamiento del ambiente social a través de la remoción de las causas que producen tensiones y hacen explotar conflictos es también tarea propia del evangelizador, quien actúa con una pers– pectiva de fe y cura ]os males mediante la conversión de las partes según la palabra de Dios. Es responsable directo de la promoción de los individuos y de toda la comunidad humana. educó en la comunión universal Abandonado el ambiente familiar y hecho sier– vo del Altísimo, Francisco inició una existencia comprometida que se desarrolló en un creci- miento continuo (cf. 1 Cel 36). Al hacer de todo el mundo su casa, encontró centuplicadas las madres (cf. 2 Ce] 91), los padres, los hermanos y hermanas, los ami– gos, los admiradores y seguidores, según la promesa del Evangelio (Me 10, 28s). Su espíritu de universalidad le movió a pedir directa– mente al papa la aprobación de su orden para no verla cerrada en los reducidos horizontes de una diócesis; le inspiró la Carta a todos los fieles y la Carta a las Autoridades de los pueblos, resultando un antí– doto eficaz contra el desmenuzamiento civil y eclesiástico producido por el sistema feudal. Este mismo espíritu, de dimensiones ilimitadas, fue también el que animó el celo misionero de Francisco e hizo del Santo de Asís un mediador entre los dos bloques religioso-políticos de la cristiandad y del islam. Propuso que se sustituyera la cruzada de las armas, condu– cida por la política oficial, por la cruzada pacífica y la acción misio– nera. Visitó al sultán de Egipto y trató con él de hombre a hombre, de creyente a creyente, sin proveerse de autorizaciones de represen– tación, sin recomendación alguna.

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