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8 LOS i\!INISTROS DE LA ORDEN FRANCISCANA dotes, hermanos, hermanas, nobles y pobres, ladrones, bandidos, en– fermos, no creyentes, etc. En la experiencia mística del Santo de Asís, el hombre tiene dimensiones universales en el sentido más pleno de la palabra, tanto en el ámbito geográfico como temporal (cf. 1 R 23). dos categorías privilegiadas: los leprosos y los sacerdotes En sus escritos y en su comportamiento, Fran– cisco demuestra que privilegia, con la gradua– ción de sus premurosas atenciones, especial– mente a dos categorías de personas en las que ve una presencia muy particular de Cristo: los leprosos y los sacerdotes, como él mismo afirma en el T esta1nento (Test 1-3 y 6-10). Los leprosos son los iconos vivientes de Cristo pa– ciente, a quien dirige su pensamiento cuando quiere comprender la medida del amor de Dios. La ternura caritativa expresada con hechos al servicio de los leprosos, los «hermanos cristianos» por excelencia, es signo de la conversión efectiva al Evangelio (cf. Test 1-3): el asco a la lepra significaba «estar en pecados», mientras que la capacidad de besar a un leproso indicaba que uno se encontraba ya «en la peni– tencia» (cf. Test 1-3). En los sacerdotes, por otro lado, Francisco ve al Hijo de Dios y a los ministros que sirven en este mundo la euca– ristía, puesto que sólo ellos consagran el cuerpo y la sangre de Cristo (Test 9-10), poniendo al Hijo de Dios humanado y vivo a disposición de los hermanos hasta la consumación de los siglos. sensibilidad social y solidaridad humana, fruto de la pobreza Conociendo por experiencia personal e inme– diata la sociedad de su tiempo, destrozada tan– to bajo el aspecto social como político, Fran– cisco de Asís trajo a la Iglesia una sensibilidad renovada hacia el hombre y sus problemas, pujando en la eliminación de los males que comprometían la con– vivencia humana y agravaban los sufrimientos. m soñó constante– mente en una orden religiosa que fuese la imagen menos imperfecta posible de una iglesia pobre y atenta a los pobres. De hecho, sólo quien esté libre del estorbo de las riquezas y de las rémoras del egoísmo puede comprender las necesidades de los que menos tienen y reconocer los derechos de los pobres. En las intenciones de Francisco de Asís, la pobreza, tanto personal como de toda la orden, antes que significar carencia, debía indicar y ser efectivamente coparticipación de bienes y de condiciones de vida con los otros, sobre todo con los últimos de la sociedad: quienes que– rían entrar en la primera o en la segunda orden debían primero distri– buir sus bienes a los pobres. Aun el nombre de «menores» dado tanto

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