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60 Señor, sé que los muertos no están más que dormidos, polvo son de misterio, polvo sin desventura, redivivo deseo de vida inmarcesible. Dales espacio abierto en tus brazos, Señor, como a mí me lo dieron. ¡ Padre y madre, razón, raíz, agua y venero! Os sigo dando nombre -siempre niño en desvelo– como si aquí a mi lado latiera vuestro aliento. Con el alma callada, sin músculos mi cuerpo, a Ti, quietud y lago, Señor, y a ellos asciendo. Deletreo la escala feliz de un Padrenuestro y en el amor que vivo de su amor me pierdo.