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IV De mañana murió, bendito y pobre, tras una noche larga de oraciones. Se le cansó el andar mas no el espíritu. No le lavéis el polvo de los pies. Granada entera se subió a su frente con un halo de luz de amanecer y le bendijo en multitud por santo derramada en la calle como un río. La campana de treinta kilogramos del pequeño convento capuchino convocó a las palomas de la Alhambra Florecieron de nuevo los granados, y la ciudad tiene por él con Dios un pacto de milagros en su tumba. l l l

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