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El mar, la mar Ya no puedo vivir sin ver la mar; me hirió la mar a corazón abierto y llevo el ansia y el reflejo incierto del sol en la bahía, en mi mirar. Me huele a mar el alma y el pensar, ni fijo estoy ni me mantengo cierto, baño mi paz interna en el concierto de su incesante, eterna pleamar. Llámame a ti cuando me llegue el día y el alma embarque para no volver buscando otra soñada lejanía. Purificado estoy de sal y amanecer. Quiero morir mirando la bahía. ¡No busquéis el lugar, en Santander! 107

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