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No pocos católicos ante los sofismas capciosos y las corrientes doctrinales favorables a las pasiones claudican, olvidando los princi– pios fundamentales e inmutables del dogma católico. Pero esto, no sólo acontece entre las personas de la clase humilde, porque no han podido y querido frecuentar los altos estudios de uni– versidades, ni han podido obtener laureas ele filosofía y letras; sino también entre hombres cultos en la Literatura, en la Filoso[ía, en la Medicina o Abogacía. Non es de extrañar que hoy, en la época de la cultura, se encuen– tren hombres que no, saben lo que creen ni por qué lo creen o prac– tican. Se dejan lleva:r de mna rutina tradicional,. hacen lo que ven o lo que oyen. iCuántm, son los jóvenes modernos, adultos y viejos decadentes, que ignoran los misterios principales de nuestra fe, la vida de Jesús y sus mandamientos. Ignorando los destinos eternos, los principios sal– vadores, las doctrinas verdaderas, el hombre corre sin freno a los pla– ceres de la vida, se precipita en toda clase de pecados contra Dios, con– tra el prójimo y contra si mismo. Pecados priYados y públicos, ocultos o patentes contra la familia y la sociedad. Bueno es conocer los males de la época presente, investigar las causas y preveer las consecuencias; pero lo que más importa es reme– diar los- males; poner un dique a ese torrente de malicia y de incre– dulidad. No bastan los lamentos, es necesaria la acción. Como el mal está en la raiz, allí hay que aplicar el remedio. Es necesario empezar por el niño, formar su mente, su espíritu, su conciencia. Educar mejor a la niñez y juventud. Es necesario rehacer los principios sanos, sóli– dos y transformar lo que es selvático y materialista en humano; lo hu– mano, en divino. Para esto se necesita formar un sacerdocio inteligente, práctico y activo que se comunique con el pueblo, con los niños, con la familia; que sea luz del mundo y sal de la tierra. El Concilio de Trento para contrarrestar a la Reforma protes– tante pensó en la reforma del clero y en la formación de los candi– datos al sacerdocio en los centros doceHtes adecuados. El Papa Pío XII también vuelvó sus ojos angustiosos antes 1os males presentes a los sacerdotes ministros de Cristo: « La necesidad que todas las almas buenas advierten de una restauración cristiana Nos impulsa a volver nuestro pensamiento de una manera especial a los sacerdotes del mundo entero, porque sabemos que, sobre todo, la humilde, vigi- 4

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